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Comunidad CientoSeis => Literatura => Proyecto Bardha => Mensaje iniciado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:22

Título: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:22
Yo no haré cosmogonías ni cosmologías ni cosas de esas... De momento. Ya irán apareciendo en mi relato las características de mi pueblo, poquito a poquito. Que lo disfrutéis, que me parece que es el primer relato relato que se postea en este subforo.

El viento le golpeaba en la cara, más fuerte aún que un puño cerrado. Mientras miraba el rastro de su paso dibujado brevemente sobre las tranquilas aguas, sus ojos brillaban de emoción. Aún a su edad, y después de innumerables viajes, al viejo capitán todavía le emocionaba el agua. Nunca se cansó de ella, y nunca se cansaría. Era lo mejor que su vida había conocido. A pesar de los peligros que contenía, la sensación de viajar por la superficie sobre la que el humano nunca pudo caminar, el olor a agua salada y la fuerza del viento contra su rostro siempre le fascinaron. Su sonrisa así lo corroboraba.

Faltaba poco para que llegaran a su destino. El vigía ya había anunciado hacía poco que habían vislumbrado tierra firme, y los pasajeros empezaban a inundar la cubierta del viejo barco de carga. El capitán volvió a preguntarse por qué siempre salían cuando el viaje estaba ya terminado y no tenía ya ninguna gracia. La respuesta siempre era la misma, pero él no podía explicarse cómo a alguien no le podía gustar el mar.

El capitán se giró y emprendió el camino desde la popa hasta la proa, parsimoniosamente. La vieja madera del barco crujía con cada uno de sus pasos, y él sonreía más aún.

-Capitán – le saludó uno de sus marineros. El capitán inclinó la cabeza en contestación. Era uno de los chicos nuevos, uno de los jóvenes. Sus ojos verdes buscaban su aprobación en cada acción, y lo cierto era que el chico había cumplido en su primer viaje. El capitán le sonrió aún más. Dio dos pasos más, y posó su mirada en la balista que dormía a su lado.

-Eh, chico – le llamó. El joven le miró rápidamente –. Está mal colocada – le indicó el capitán, señalando a la balista en cuestión. Era cierto, y nunca estaba de más que las armas de batalla estuvieran preparadas. El chico se acercó a toda velocidad y se dispuso a arreglar el problema. La mirada del capitán mostraba su orgullo, y siguió su camino dejando atrás al chico, que sonreía ampliamente.

El capitán proseguía su paseo, y, desde donde ya se encontraba, a las puertas de la bodega, ya vislumbraba el puerto, y algunos barcos entrando y saliendo. No parecía estar demasiado concurrido, aunque, claro, casi nunca lo estaba. Era un destino poco frecuente para los turistas, por así decirlo. Aún así, al capitán no le desagradaba hacer el trayecto, sino todo lo contrario. Le encantaba navegar, fuera hacia donde fuese y por los motivos que fuesen.

Los pocos viajeros que había en la embarcación parecían estar empezando a salir a cubierta. Una mujer, ataviada con un vestido de un rojo cobrizo y una capucha blanca, salía en ese momento acompañada de un hombre aparentemente mayor que ella y que portaba en su mano derecha un saco marrón. Las ropas grises claras de otro hombre brillaban desde la proa, y un niño, que tendría menos de diez años, correteaba por la cubierta persiguiendo a otro algo más pequeño.

El capitán, a todo esto, sonreía... Hasta que vio a aquel hombre. La sonrisa se borró de su rostro de un plumazo, y su mirada se endureció.

La túnica era de un verde muy oscuro, y le tapaba hasta los tobillos. No se veía nada debajo de ella, pero el capitán estaba seguro de que ocultaba algo. Sus zapatos eran de cuero duro, y el sonido de sus pasos sobre la madera de la cubierta denotaba metal. Su rostro no era de un hombre mayor, sino todo lo contrario. No pasaría de los veinticinco años, seguramente, pero, a primera vista, podría pasar por alguien de más de cuarenta. Su barba negra cubría toda la parte inferior de su cara. La boca era pequeña, y siempre estaba cerrada. Los ojos parecían los de un hombre duro e intransigente, pero ocultaban una tristeza apabullante. Y, sin embargo, el capitán no sentía lástima, sino... Terror.

Hussin se movió casi imperceptiblemente. Su mirada estaba clavada en el puerto, maravillándose ante lo precioso que parecía ahora. No era lo mismo. El agua, azulada más que verdosa, tenía un tono mucho más apacible. Los edificios, en vez de estar tintados de colores oscuros, tenían ahora el sello de la alegría y la libertad. Los blancos parecían más blancos, y los negros, menos negros. Empezaba a escuchar las voces de los ciudadanos, sus gritos, los intentos por vender más que el del al lado. Esta vez tenían mucho más significado, más contenido. Ahora no eran simples sobras en una ecuación, sino que representaban los quehaceres diarios de personas con sus propias vidas, ocupaciones y preocupaciones. Todo aquello le maravillaba.

El barco se aproximaba a los muelles con mucha calma. Hussin sabía que se podía ir más rápido, mucho más; pero no tenía ninguna prisa. Ya no.

Sus manos se agarraban a la barandilla, como si temiera caerse. Antes, no había tenido ese miedo... Ni ningún otro. Una media sonrisa, con demasiadas implicaciones, se dibujó en su rostro. Sus mejillas, con una terrible cicatriz decorándolas de lado a lado, volvían a parecer humanas.

La distancia se reducía, y Hussin comenzaba a ver los puestos del mercado, llenos de peces recién pescados o de comida recién traída. El suelo pavimentado estaba teñido de un marrón oscuro, casi negro, que parecía alegre. Uno de los puestos estaba particularmente lleno. El toldo, de un tono entre el amarillo y el blanco, guarnecía del sol tan sólo a unos pocos de los compradores. La vendedora, una mujer de aspecto desenfadado, con cabellos marrones y voz de sargento, no daba abasto aún con la ayuda del que parecía ser su hijo, de unos doce o trece años y de cabellos tan rubios como amarilla era la luz del sol.

En el otro lado del muelle, los barcos pesqueros intentaban atracar en los lugares más cercanos a los puestos del mercado. Las voces tronantes de los capitanes envolvían a cada navío. Una vela blanca adornada por el verde del dibujo de unas hojas se despedía ya del mundo hasta otro día mientras era recogida por los tripulantes de la embarcación. Era un barco más bien pequeño, bastante nuevo, a juzgar por el color de la madera. Los marineros comenzaban ya a coger los sacos, repletos de pesca, para empezar a descargarlos. Ya en tierra firme, unos carreteros aguardaban a la llegada del pesquero para transportar los suministros cuanto antes.

Hussin se maravilló ante todo lo que no había visto la última vez que había venido a la ciudad. Él que creía ver más que nadie parecía haber estado ciego ante lo que verdad importaba.

A su lado, en la cubierta del barco que le había cruzado el mar, una mujer y su hijo miraban, casi envueltos en lágrimas, el muelle. Hussin casi sonrió, pero fue incapaz. Los normalmente más de doce días de viaje y la dificultad de la travesía hacía creer a muchos que nunca llegarían, pero la aparición repentina del muelle curaba todos los males. Algo más allá, otra familia, un poco más grande, aguardaba el desembarco impacientemente. Sus ojos se iluminaban conforme la embarcación se acercaba al amarradero.

La distancia se empezaba a reducir hasta el punto de que una cuerda, lanzada desde el barco, se pudo atar al poste que les aguardaba en el embarcadero. Hussin comenzaba a estar impaciente, incluso nervioso. El bamboleo del agua comenzó a notarse más al estar la embarcación ya varada.

-¡Atado, señor! – gritó uno de los marineros.
-Bien – respondió el capitán del navío –. Señores, hemos llegado a Undistaira. Aquí acaba su trayecto. Mucha suerte con sus quehaceres a partir de este momento – recitó, casi de memoria. Los capitanes no solían despedirse de los pasajeros de sus barcos, pero a él siempre le había parecido que no costaba nada dejarles un detalle amigable. Una sonrisa decoraba su rostro mientras despedía personalmente a ciertos pasajeros –. Adiós, señora – dijo, acompañándolo con una inclinación de cabeza, mientras ella daba un paso adelante y desembarcaba sobre el pavimento del puerto.

Hussin se tapó de arriba abajo y se levantó lentamente cuando ya sólo quedaban unos pocos viajeros. La madera del barco crujía bajo sus pies, aparentemente cediendo ante su peso. Sólo aparentemente. Un paso más, y su nueva vida se acercaba. Otro, y otro más. Un último. Ya casi había bajado, pero se detuvo. A su lado, el capitán casi temblaba de miedo.

-Oiga – susurró Hussin. El capitán, asustado pero orgulloso, alzó la cabeza.
-Dígame – respondió, mirándole amenazadoramente.
-Muchas gracias por no tirarme por la borda – dijo Hussin. La sinceridad se adivinaba a través de sus palabras. El capitán entornó los ojos –. Mucha suerte a usted también – murmuró, mientras giraba sobre sí mismo, recogiendo su larguísima túnica verde oscura y emprendiendo la marcha.
Un oficial de puerto le detuvo unos pasos más adelante.

-¡Alto! – le avisó, extendiendo la espada a su lado. Hussin se detuvo, aún a sabiendas de que podría haberle apartado fácilmente. Se contuvo –. Su nombre, por favor – pidió. Los ojos se adivinaban amables a través del casco cobrizo. No era más que una rutina.

"Hussin Navirik", le dijo su antigua vida, la furia, la ira, el descontrol.

-Eunán Fa'Hael – dijo su nueva vida. La calma, la paz. El misterio. Los nervios.
-Muy bien – murmuró el guardia mientras un escriba anotaba –. Es la primera vez que viene a Undistaira, ¿verdad?

"No."

– Sí, lo es – contestó Eunán, con una sonrisa.
– En ese caso, acompáñeme, señor Hael – le pidió el guardia, amigablemente cediéndole el paso a Eunán, que prosiguió su camino, recogiendo la túnica más aún, pero sonriendo.



Pd. Disculpad todo el lío de los guiones. Pese a toda la publicidad de windows, word sigue haciendo lo que quiere, como quiere y cuando quiere. Los guiones deberían ser todos iguales y que sean algunos distintos no tiene ningún significado de ningún tipo.

Como siempre, el título es completamente provisional y se aceptan sugerencias.

Ppd. Joé, Wind, qué velocidad :D  Ya lo cambié, me parece que éste va mejor.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Wind_Master en 22 de Septiembre de 2009, 23:23
En este foro, con el fondo tan claro, queda un poco chillón el coral, Reactive.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:25
Master Ageof

CitarEscrito originalmente por Reactive
El capitán proseguía su paseo, y, desde donde ya se encontraba, a las puertas de la bodega, ya vislumbraba el puerto, y algunos barcos entrando y saliendo.

Soy consciente de que el castellano (y cualquier lengua salvo el lojban) a veces no es suficientemente flexible para expresar en una sola frase una gran cantidad de conceptos. Pero, aún entendiendo la necesidad sintáctica de las primeras comas, creo que la última sobra.


Bueno, me ha encantado. Como siempre, sabes captarlo todo. Lo he notado un poco corto, como siempre pasa cuando se lee algo realmente bueno.

Una cosa, ¿"Eunán" necesita tilde? ¿O es una tilde tonal, como el chino (pronunciándose la 'a' con tono ascendente)?

Bueno, como tengo algo de tiempo, haré una crítica más alastoriana.

El primer párrafo es una introducción bastante buena. A resaltar, esta genial frase:
CitarA pesar de los peligros que contenía, la sensación de viajar por la superficie sobre la que el humano nunca pudo caminar, el olor a agua salada y la fuerza del viento contra su rostro siempre le fascinaron
De verdad, hace falta un tipo especial de talento para hacer frases así.

La caracterización del capitán es muy buena. Algo simple, quizás, pero no si tenemos en cuenta que el relato sólo ha comenzado... o muy profunda si es que va a ser un personaje secundario o, incluso, temporal (es decir, que ya no vamos a ver más por aquí, lo que sería una pena porque me ha encantado).
Siempre cojo con pinzas el tema de los barcos porque, así lo reconozco, soy un completo analfabeto funcional en lo que se refiere al mar y a los barcos. Como que aún no sé qué es la proa y la popa, o dónde está estribor. Por eso me alucina que haya gente que hable con tanta propiedad de ese mundo, y es uno de los puntos favorables de esta introducción.

También es buena la introducción de Hussin, aunque un poco liosa. Al principio lo confundí con el capitán, pues no encontré una diferencia clara de narración. Así, el lector se encuentra con el que probablemente será el protagonista de la historia y lo conoce por primera vez a través de los ojos del capitán. La descripción es buena, aunque escueta. Sí, describes su aura, pero no demasiado su aspecto, más allá de la barba y la cicatriz. Esto no es necesariamente malo, dejas al lector imaginarlo a su aire y siempre eso siempre es bueno.

Me maravilla la descripción del puerto. Yo de pequeño vivía en una ciudad portuaria, y todavía me emociono cuando huelo la sal en el aire típica de las ciudades costeras. En este sentido, puedo decir que me ha recordado perfectamente a un puerto. Hasta he podido olerlo. Ese bullicio me encanta.
Sobre la ciudad en sí, he mirado el mapa y veo que se encuentra en la costa del mar interior. Un sitio muy bueno para el movimiento marítimo (no sé si tiene sentido lo que acabo de decir).

Te insto a que continúes.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:28
Khram Cuervo Errante

Estupendo, en tu línea como siempre. Bravo, Reactive.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:29
Mystik

Exquisito, la verdad es que atrapa, si señor, no me equivocava pensando en tu capacidad escribiendo, y aun asñi me has sorprendido mucho más que gratamente, impecable, felicidades.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:31
EPI el Anonimo

Como en todos los relato/historias nuevas que empiezan voy a esperar un par de posts más antes de hacer una crítica importante. Sin embargo...

Hussin no es humano, ¿no?. Puede ser que sea un warfo ("Sus mejillas, con una terrible cicatriz decorándolas de lado a lado, volvían a parecer humanas") ¿Cómo era su anterior vida? pones sólo "su antigua vida, la furia, la ira, el descontrol", ¿nos vas a contar algo más adelante sobre ella?

No todo son preguntas. Me ha encantado el primer párrafo.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:31
CitarUna cosa, ¿"Eunán" necesita tilde? ¿O es una tilde tonal, como el chino (pronunciándose la 'a' con tono ascendente)?

Es de pronunciación. Igual la acabo quitando y que cada cuál pronuncie el nombre como quiera.
Sobre las comas, ya sabes... Siempre prefiero pasarme a quedarme corto.
Ah, por cierto, Undistaira no está en el Mar Interior, sino en Salethzira, pegado a la península del delta ese tan majo que hay por allí. No es tan buen sitio estratégicamente, pero seguro que el clima está mejor xD.

CitarHussin no es humano, ¿no?

Menos preguntas y más ser paciente, hombre. Pero en teoría es humano, humano, pero bien humano.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:32
EPI el Anonimo

Para que puedas seguir cuando quieras.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:35
Lunae

me gusta mucho, tu forma de escribir crea una atmósfera en la que todo parece esfumarse (todo excepto tu texto, claro está)
de verdad, síguelo, y danos el gusto de leer algo así :)
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:39
Santrack

CitarEscrito originalmente por Lunae
me gusta mucho, tu forma de escribir crea una atmósfera en la que todo parece esfumarse (todo excepto tu texto, claro está)
de verdad, síguelo, y danos el gusto de leer algo así :)

Coincido contigo, si bien es cierto, no he leido muchos relatos tuyos.

Pese a todo, saben capturar a la persona para no poder dejar de leer hasta el final, animo con el resto ;)
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:40
Bloodthirsty

Muy buen relato jeje. Fácil de leer, te atrapa en ese aura que consigues con las descripciones.

Y ahora vamos a ver que tal le va en tierra a Hussin jeje (y a ver si conocemos ese pasado).
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:42
Wind_Master

Reactive, niño, esto está de capa caída. Vamos, deléitanos con uno de tus brillantes relatos, que es el proyecto menos desarrollado por ahora.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:44
Como usted mande, Wind. Sigo con esto.

Por algo era Undistaíra la ciudad del sol. El calor era asfixiante. Los rayos caían como losas sobre la piel de los escasísimos transeúntes, y eso que ya no era mediodía. Daba igual. Eunán suspiró, aún a la sombra bajo el portal de un edificio del Barrio Portuario de Undistaíra, se secó el sudor de la frente y echó a andar.

Sus ropas, pese a ser las características de la zona, eran casi excesivas. Vestía una larguísima túnica de un suave color marrón claro, desgarbada y ligeramente descolorida, manchada de barro en los bajos. Calzaba unas sandalias de cuero sencillas, nada del otro mundo. La poblada barba con la que llegó había desaparecido, y en su lugar había una corta aunque visible barba de un par de días; el pelo estaba ahora recortado, pero los flecos negros seguían cubriendo la frente morena. Su altura seguía resultando imponente, pero su aspecto común y vulgar, casi inofensivo, le hacían el rosto hasta amable, pese a la cicatriz de su mejilla izquierda. También sus formas: andaba, se movía, y miraba como alguien normal. Nada de extrañezas.

Pasó de largo la oficina de recién llegados, donde cuatro días antes se había presentado ante los guardias. Se fijó en los distintos barcos anclados: el que le había traído había partido hacía ya dos días, pero llegaban otros. Los barcos de pesca iban y venían, la mayoría de ellos pequeños, aunque no por ello menos estéticos: la madera brillaba tanto como en los grandes. La vela de uno de ellos mostraba un complicado diseño de peces y arpones; su dueño debió de echarle muchas horas de trabajo. Un señor de mediana edad y el que presumiblemente sería su hijo descargaban mercancías en la costa en ese preciso instante, a gritos de "¡Papá, ahí va otra!". Los barcos más grandes tenían otros símbolos. El más grande de ellos, un carguero enorme de más de cuarenta metros de eslora, tenía la madera de las barandillas pintada de negro y las velas teñidas de un fondo rojo, sobre el que resaltaba la imagen de una flecha atravesando un escudo: el símbolo de Clan Tyasri, uno de los que dominaban la sociedad de Avadur.

La ciudad estaba ciertamente inactiva a esas horas: era día de descanso para el mercado y la mayor parte de la gente estaba en casa, aguardando a que el calor arreciara y la famosa fiesta nocturna de Undistaíra comenzara en el Barrio de la Esperanza. Nadie habría adivinado que aquellas calles ahora vacías solían estar repletas de hombres y mujeres regateando por el mejor precio o cargando y descargando materiales de sol a sol. Parecía como si, ante el asfixiante calor, los casi ciento sesenta mil habitantes de Undistaíra se hubieran puesto de acuerdo para no existir. Sólo algunos comercios de comida o de bienes de primera necesidad permanecían abiertos, pero estaban bajo mínimos. Todos los demás descansaban.

Eunán cruzó el enorme muelle a paso ligero, y una vez llegó al extremo Este torció hacia el Norte. El camino pavimentado hacía soportable la caminata a pesar del asfixiante calor del verano de Undistakiano, pero de todas maneras a Eunán se le hizo muy largo. Pasó un comercio de joyas cerrado, dejó atrás la oficina de un prestamista y giró a la derecha justo antes de entrar en el Barrio de la Esperanza. Prosiguió hasta llegar al Barrio Espinoso, revisando cuidadosamente que todo lo que había observado en los últimos tres días fuera correcto. Allí estaba el almacén de grano, fácilmente reconocible por estar hecho de piedra, y unos pasos más adelante estaba el negocio de joyas que él sabía estaba a punto de desaparecer. Al lado de éste se erguía imponente la central de Oficiales Portuarios, la última antes de llegar al Barrio Espinoso. Tardó poco en alcanzar la puerta que marcaba la salida del bullicio y la entrada a la pobreza.

Undistaíra era una ciudad francamente grande, dividida en tres grandes distritos. El Barrio Portuario era el más importante de la ciudad, su corazón. Para empezar, porque Undistaíra no dejaba de ser una colonia de Avadur, y por lo tanto su razón de ser no era otra que el comercio marítimo. Los barcos iban y venían, decenas de barcos pesqueros o comerciales, militares o exploradores. Undistaíra era la cuarta colonia más grande de Avadur, y como tal el trasiego de navíos en ciertas épocas del año podía ser increíble. Y claro, todos esos viajes tenían que ser documentados, para lo cual los Oficiales del Puerto empleaban a cientos de hombres y mujeres altamente cualificados.

Y luego todas las mercancías que las naves traían debían de ser comercializadas en algún sitio. Ése era el fin del Barrio Portuario: tanto el paseo marítimo como la Avenida Nafar Arkisk no eran más que ubicaciones ideales para el mercado Undistakiano, y toda la zona circundante estaba repleta de comercios o locales destinados a la compra venta. Así pues, el Barrio Portuario era el centro de Undistaíra, donde miles de personas trataban de hacerse una fortuna negociando y regateando.

Al Oeste del Barrio Portuario residían todos los más o menos ricos de Undistaíra, todos aquellos que usando distintas artimañas se habían hecho con una fortuna en la ciudad del calor. El Barrio de la Esperanza, que así se llamaba, era el hogar de la todas las familias acaudaladas de la Colonia, y también de algunas que no lo eran tanto pero que gustaban de aparentar. Las mansiones eran espeluznantes, en especial las que daban a la playa; pero también lo eran las posibilidades de ocio que ofrecía el distrito. Desde la compra de materiales como las joyas o las ropas hasta la mejor música y el mejor teatro de todo Avadur, pasando por otro tipo de entretenimientos como la escritura, la lectura o la religión. También había en este distrito varios Colegios de Clan: uno de los Clanes Tyasri, Shaeth y Caissa y tres del Clan Idirith, el más popular en la colonia y al que pertenecía Eunán.

Para contrastar con la riqueza y la exuberancia del Barrio de la Esperanza, al Norte y al Este de la ciudad se extendía el Barrio Espinoso, nombrado así por su cercanía a la cordillera de las Espinosas. Era el hogar de todos los trabajadores más humildes de la ciudad, y también, en especial la zona norte, de los más inmundos criminales de la Colonia. Cuánto más se alejara uno del linde con el Barrio Portuario y el Barrio de la Esperanza, más impactantes eran las vistas de extrema pobreza, hambre y desesperación. El entretenimiento era casi inexistente... De no ser por una de las maravillas arquitectónicas de Avadur: el Estadio de Sa – San de Undistaíra, el más grande del mundo, que permanecía en el centro del Barrio Espinoso. La idea había sido darle un empujón al Barrio, y no iba en mal camino. Hacía treinta años que el Estadio se había construido, y ya la Avenida de Shajun, que llevaba directamente desde el mercado del Barrio Portuario hasta el Estadio de Sa – San, parecía haberse convertido en un oasis de riqueza entre el desierto que representaba el Barrio Espinoso. Los comercios poblaban toda la calle, desde las zapaterías hasta las tiendas más exóticas de muebles Khardhanianos o cerámica de Lisadar, pese a que, saliendo de esa avenida, la pobreza era casi palpable.

Aún así, había mucho aprovechable en el Barrio Espinoso. Precisamente por todos sus defectos, era de largo la zona más barata de la Colonia, y no estaba mal comunicada... Si sabías buscar el lugar. Con las minas de las Espinosas a un lado y las oportunidades que representaba el Barrio Portuario al otro, a Eunán, un comerciante nato, sólo le hacía falta encontrar una avenida decente que lo conectase todo y empezar a negociar. Y lo mejor es que ya lo había hecho.

Eunán pasó de largo el linde entre los tres barrios y se internó de cabeza en el Barrio Espinoso, andando por el camino de tierra que se conocía como la Avenida de Rar Fa'Sunú. Andó un buen trecho, dejando atrás almacenes y más almacenes y alguna casa ocasional, cruzó la intersección con la Avenida de Shajun, la única calle pavimentada de todo el Barrio, y alargó su caminata durante un rato más. Finalmente, se detuvo frente a lo que parecía ser un almacén. El barro con el que se había construido seguía intacto, pero la puerta de madera apenas existía y las ventanas estaban deshechas. La pintura que alguna vez debió recubrir la fachada estaba ya tapada por hileras de arena, barro, polvo y suciedad. El tejado parecía poder desplomarse en cualquier momento y caerse desde las alturas. Un cartel, colgado del marco de la puerta, indicaba claramente que el almacén estaba en venta, y lo hacía en varios idiomas. Eunán se permitió una media sonrisa, revisó cautelosamente que nadie le hubiera seguido desde el puerto y cruzó la calle hasta el local.

Llamó a la puerta, o más bien a la pared de al lado, y no se sorprendió cuando no hubo respuesta. Era día de descanso. No esperó más tiempo y llamó a la puerta de la casa de al lado, que, Eunán ya se había informado, pertenecía al dueño del almacén. No era una casa mala ni mucho menos, de hecho, era de las mejores de la zona. Eunán casi sonrió de nuevo. Esperó un momento y la puerta se abrió. Ante él apareció un hombre bastante más bajo que él, calvo y con un poblado bigote moreno, piernas cortas y cintura ancha. Vestía sorprendentemente bien para un habitante del Barrio Espinoso, y sus ojos recorrieron la figura de Eunán de arriba abajo. Eunán, que iba vestido con una túnica marrón desgarbada y manchada, unas sandalias rotas y sin sombrero, además de ir despeinado y con barba de dos días, no podía ser menos que un pobre mendigo.

– ¿Qué quiere? – le preguntó a Eunán, de malos modos.
– Verá, señor, venía de parte de un humilde mercader de pieles a ofrecerle un buen trato – comenzó Eunán, metiéndose en el papel –. He oído que es usted uno de los hombres más ricos del Barrio, y mi jefe ha pensado que tal vez le intere...
– Lo siento – dijo él, todavía extrañado de que Eunán no fuera un pobre que se arrastraba por las calles – pero no puedo aceptar la oferta. No paso por un buen momento para acceder a tratos, por muy buenos que éstos sean.

– Cuánto lo lamento – continuó Eunán, sin inmutarse. El hombre le empezó a mirar con disgusto: no sólo le había interrumpido su descanso un hombre con ropas pobres y aspecto desgarbado, sino que además parecía burlarse de su mala situación económica –. Aún así, pienso que debería mirar este trato. De verdad le digo que las pieles son de Kayard, y de primera calidad, y estoy convenci...
– Oiga, le repito que no estoy en situación de aceptar ningún trato – soltó el hombre, cortante –. ¿Acaso no ve el estado en el que se encuentra mi amacén? ¡Apenas podría guardar las pieles que le comprara! – Eunán miró al almacén como si fuera la primera vez en la vida que viera uno. Para aquel hombre eso debía de ser hasta creíble.

– ¿Éste es su almacén? – preguntó Eunán. El hombre abrió la boca para replicar, pero Eunán fue más veloz –. Uno de mis vecinos me comentó que estaba en venta y me dijo la cifra, pero ahora mismo no la recuerdo.
– Pues le puede decir a su jefe – contestaba el hombre – que mi amacén está en venta y que por él sí que aceptaría un buen trato. Algo así como cuatro mil arkisks –. Eso era un robo. Eunán prefirió esperar –. Aunque, para alguien tan desgraciado como usted – siguió el hombre, ya con una sonrisa burlona, enfadado y sabiendo de su venganza. Los nervios de Eunán saltaron: ¡ésta era su ocasión! – podría dejarlo en ochocientos arkisks.
El hombre estalló en carcajadas casi violentas y se dio la vuelta dispuesto a cerrar la puerta, dando por finalizada la conversación. Eunán le tocó el hombro con la mano izquierda, y, cuando el hombre se giró para despedirse de él, la mano derecha de Eunán le enseñó mil arkisks. El hombre le miró sorprendido primero y petrificado después.

– Yo... Yo... ¿Cuánto hay ...? – sus grandes ojos se habían recluido y su sonrisa burlona había mudado de dueño, pero el hombre ya había cogido los billetes.
– Mil arkisks, señor.
– ¿Y de dónde ha sacado usted mil ark...?
– Eso no es asunto suyo – cortó Eunán, ahora llevando él la conversación – Tiene mi dinero. Haga el favor de entregarme las llaves...
– Esto es poco por este almacén – objetó.
– ...o de devolverme los billetes – completó Eunán, ignorándole y extendiendo la mano derecha. El hombre dudó, e hizo amago de devolverle los arkisks a Eunán, pero finalmente suspiró.

– Espere un momento – se dio la vuelta y volvió al rato con varias llaves –. Son seis llaves del almacén. Hay tres entradas: la puerta principal, una trasera y una trampilla que lleva a los túneles – le comentó –. Tiene seis copias de cada llave. Tome – le dijo, dándoselas todas. El hombre parecía triste, pero tenía el dinero que tanta falta le hacía.
– Muchas gracias – comentó Eunán, inclinando levemente la cabeza. El hombre respondió con el mismo gesto, aunque con un deje de melancolía.
– Éste era mi almacén, ¿sabe? – hizo una corta pausa, pensándose si seguir por ahí o no. Decidió que no. Parecía, de repente, abatido, triste ante la posibilidad de deshacerse de lo que seguramente siempre había sido suyo –. Bueno, cuídelo mucho, por favor. Ya me contará cómo le va.
– Hecho.

– Hasta otra, señor...
– Hael, señor Hael – el hombre le tocó el hombro izquierdo con su mano derecha en señal de despedida, y esperó lo propio –. Antes de despedirme, quisiera hacerle una pregunta, si me lo permite.
– Por supuesto – contestó el hombre, extrañado y con un gesto de súbito agotamiento.
– ¿En qué piensa trabajar ahora?
– Si le soy sincero – contestó, tras pensárselo un momento – no tengo ni la más remota idea. Buscaré por los muelles a ver si hay algo – explicó, casi desolado. Había pocas posibilidades.

– Pues le voy a hacer una oferta, señor – le sorprendió Eunán –. Necesitaré alguien que se encargue de mantener este almacén en orden en cuanto comience a llenarlo, que será pronto – explicaba Eunán, poniendo cara de emprendedor –. Apenas conozco a nadie aquí – mintió descaradamente – y he pensado que usted podría ser un hombre perfecto para el puesto – la cara del hombre se iluminó repentinamente. Parecía que la vida le sonreía: vendía su almacén por una cifra adecuada y además el comprador le empleaba inmediatamente. Empezó a pensar que la fortuna estaba de su lado –. ¿Qué me dice?
– Señor Hael, no sabe lo feliz que me acaba de hacer – exclamó, con una sonrisa amplia, de oreja a oreja, tras una corta pausa para tomar aire –. A falta de discutir mis honorarios, acepto, claro que sí.
– También usted me hace feliz a mí, señor... ¿Cuál es su nombre?
– Asehen Oweis, señor Hael – contestó el hombre, repentinamente feliz y enérgico –. Pase, señor Hael, que le invitaré a un vaso de agua mientras discutimos mis honorarios... Si no le importa, claro – casi se disculpó.
– Para nada, señor Oweis – aceptó Eunán, entrando en la casa con una media sonrisa de satisfacción por el trabajo cumplido.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:46
Wind_Master

Brillante, Reactive. Haces gala de unas descripciones tan buenas y meticulosas, que los relatos podrían llenarse sólo con eso.

No obstante, tengo un "pero"; casi al principio del relato dices lo siguiente:
CitarLa barba había desaparecido y el pelo estaba ahora recortado, pero los flecos negros seguían cubriendo la frente morena.

Y ya al final dices:
CitarEunán, que iba vestido con una túnica marrón desgarbada y manchada, unas sandalias rotas y sin sombrero, además de ir despeinado y con barba de dos días, no podía ser menos que un pobre mendigo.
A no ser que no haya reparado en algún párrafo en el que diga que hasta ese momento han pasado un par de días, creo que he encontrado una pequeña contradicción.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:47
Pequeño error. Quería decir que, partiendo del anterior trozo, en el que Eunán llevaba una barba larga y poblada, esa barba larga y poblada había desaparecido y había sido sustituída por una barba de dos días. Mis disculpas xD. Ahora mismo lo cambio.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:49
EPI el Anonimo

Bueeeno, como siempre un relato magnífico que dan ganas de seguir y seguir leyéndolo. Pero busquemos en sus entrañas a ver que fallos podemos sonsacarle.

Primero voy a decir un par de cosas de la primera parte que se me saltaron la primera vez:
CitarLa vendedora, una mujer de aspecto desenfadado, con cabellos marrones y voz de sargento, no daba abasto aún con la ayuda del que parecía ser su hijo, de unos doce o trece años y de cabellos tan rubios como amarilla era la luz del sol.
Creo que es a basto.
CitarÉl que creía ver más que nadie parecía haber estado ciego ante lo que verdad importaba.
Y entre el segundo que y verdad devería ir un de ante lo que de verdad importaba.
Pero son ligeros fallos.

Y tengo una pregunta. ¿Por qué el capital siente terror al ver a Eunán en el barco? ¿Es que acaso le reconoce?


Pasemos al segundo post:
¿Cómo sabe en cuatro días que ese almacen está en venta, o que el nogocio de joyas está a punto de desaparecer?

Los tres barrios son el Barrio del puerto, el de la Esperanza y el EEspinoso, ¿no?.

¿Es de nuestro asunto de donde ha sacado Eunán los mis arkisks? (joder tio no podías ponerle un nombre más facilito a la moneda).

CitarEspere un momento – se dio la vuelta y volvió al rato con varias llaves –. Son seis llaves del almacén. Hay tres entradas: la puerta principal, una trasera y una trampilla que lleva a los túneles – le comentó –. Tiene seis copias de cada llave. Tome – le dijo, dándoselas todas. El hombre parecía triste, pero tenía el dinero que tanta falta le hacía.
Esto me desconcierta un poco. Son tres llaves del almacen (delante, detras y abajo) y seis copias de cada. ¿Por qué pone que son seis llaves del almacen? ¿No serían 18?


Bueno nos vemos.

Citartiendas más exóticas de muebles Khardhanianos

Chincha que a vosotros no os incluye en su relato :P .
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:50
arkantos_elgrande

Me ha gustado bastante, aunque no puedo comentar gran cosa, porque aún no se sabe nada. espero que sigas a ver si podemos empezar ya a situar los lazos entre los distintos personajes que has citado.



Por cierto, tu solo escribiras sobre esta ciudad?
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:52
Master Ageof

Muy bien. Me pregunto en qué estará pensando nuestro amigo Eunán.

Veo un error importante:
CitarAndó
Anduvo

El estilo, como siempre, muy depurado. Las descripciones del principio son muy buenas. Empleando una metáfora gastronómica, son muy sabrosas. La descripción de la ciudad, los barrios, el lugar, todo.

Veo que la ciudad tiene 160.000 habitantes, y es de las colonias más grandes de Avadur. Es decir, que en Bardha las ciudades más grandes rondan ese número de habitantes. Es un dato importante a tener en cuenta.
No tengo mucho más que decir, sólo que continúes :P
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:56
Me disculparéis que apenas tenga tiempo para postear, pero dejo esto por aquí. He leído todo lo nuevo, pero no tengo tiempo para postear. Espero que estéis pasando todos unas buenas vacaciones, ya nos leeremos.

Mientras las monedas caían lentamente, una a una, sobre la mesa del Oficial Portuario, Eunán pensaba en lo mucho que le tranquilizaba el sonido del metal chocando con la madera así, de forma relajada. El Oficial contaba el dinero lenta y meticulosamente, como correspondía, comenzando a creerse que el negocio iba en serio. A su lado, Ninké Fa'Ijno, un comerciante mayor, que podría fácilmente rondar los cuarenta y cinco años y estar cerca ya del retiro, supervisaba el recuento.

La brisa entraba por la ventana de la oficina, removiendo el recortado y despeinado pelo moreno de Eunán, que iba igual de impresentable que un rato antes, cuando compró el almacén. Aún no había caído la noche, pero el sol ya amenazaba con despedirse y ocultarse tras el océano infinito hasta la mañana siguiente. Afortunadamente, eso significaba vida en Undistaíra. Y vida significaba gente. Y gente era justo lo que Eunán necesitaba ahora.

La tarde había sido productiva. Sí, había invertido cerca de mil quinientos arkisks, pero ya había conseguido el almacén y el amarradero que necesitaría, y a buen precio. Además, se había asegurado a un trabajador leal para el almacén. Asehen Oweis podía ser un hombre desafortunado, pero era buena persona. De eso se había dado cuenta Eunán enseguida. Además, era agradecido y estaba en deuda con Eunán por sacarle de los problemas; y Eunán necesitaba exactamente eso: alguien competente y leal, alguien que hiciera su trabajo sin alardes y que no le diera una puñalada a las primeras de cambio. Había tenido suerte y se lo había encontrado allí mismo, junto con el almacén. Igual se equivocaba, pero pagándole diez arkisks cada luna llena se lo podía permitir.

El almacén y el embarcadero estaban justo donde los necesitaba. El almacén estaba en una zona lo suficientemente pobre como para ser realmente barato, pero también cerca de la Avenida de Shajún y por lo tanto con potencial para ser un lugar interesante. El amarradero estaba en el extremo este del muelle, justo donde la Avenida de Rar Fa'Sunú, en la que estaba el almacén, desembocaba al paseo marítimo.

– Está todo, señor Ijno – exclamó el Oficial Portuario –. Trescientos treinta y ocho arkisks – anunció, mientras le entregaba la bolsa con todas las monedas al comerciante.
– Gracias, Aikuser – contestó, cogiendo la bolsa, despidiéndose tocando el hombro izquierdo del oficial con su mano derecha. Se giró hacia Eunán, que esperaba discretamente al lado de la puerta –. Ahí tiene la escritura, señor Hael. Para serle sincero, me acaba de hacer un gran favor comprándome el amarradero.
– Oh, para nada, señor. Es usted el que me ha hecho un gran favor dejándolo a un precio tan generoso – dijo Eunán. El comerciante sonrió.
– Ya me pasaré por aquí para ver cómo le va, señor Hael.
– Siempre será bienvenido – sonrió Eunán también, despidiéndose a la manera undistakiana –. Hasta pronto, señor Ijno.
– Hasta pronto. Adiós, Aikuser.
– Hasta la próxima, señor Ijno – se despidió también el oficial.

– Bueno, muchas gracias a usted también, señor Sundim – dijo Eunán. El Oficial Portuario le sonrió a él también.
– De nada, señor Hael – contestó – Sólo esperó que usted sea tan buen compañero como el señor Ijno – Eunán rió, y el Oficial movió los pies nerviosamente.
– Descuide, señor Sundim.
– Aikuser, por favor – pidió el oficial, acompañándole hasta la puerta.
– Erm... Antes de irme, ¿le importaría que le distrajera un momento, Aikuser? – preguntó Eunán, alejándose de la puerta. El oficial le miró extrañado, pero asintió un momento después.
– Ningún problema, señor Hael – él se dirigió de vuelta a su mesa –. Al fin y al cabo, hoy parece ser un día tranquilo –. Sonrió y se sentó de nuevo –. Dígame.
– Verá, soy nuevo en la ciudad, y pensé...

– Siéntese, señor Hael – invitó el oficial antes de que prosiguiera. Eunán lo hizo.
– Gracias, Aikuser. Decía, que soy nuevo en esta ciudad y no la conozco muy bien – mintió Eunán. A decir verdad, se la conocía como la palma de su mano – Busco empleados para el transporte de mercancías desde el Barrio Espinoso hasta aquí. ¿Sería muy... atrevido preguntarle acerca de los mejores lugares para encontrar empleados?
– Para nada, señor Hael – contestó el oficial, como siempre, sonriendo –. ¿Le importa que le haga algunas preguntas indiscretas acerca de las mercancías que piensa transportar?
– En absoluto, Aikuser.

– ¿Piedras, joyas o armas?
– Por el momento, piedras –. Quizá no fuera buena idea, pero siendo Oficial Portuario tardaría poco en enterarse de todas maneras.
– ¿Valiosas?
– Bastante, sí.
– ¿En grandes cantidades?
– Tal vez.

El oficial se recostó sobre su cómoda silla, sonriendo ante la respuesta de Eunán.

– Puede confiar en mí, señor Hael.
– Descuide – ambos rieron. Luego el oficial se puso algo más serio.
– Bueno... Va a necesitar gente de fiar, señor Hael. Eso no es tan fácil de encontrar en una ciudad tan grande como ésta, si le soy sincero –. Eso sí que era cierto, reconoció Eunán – Mi consejo es que no pierda tiempo y busque esta misma noche en la Plaza de Avadur. Allí suelen reunirse los desempleados de clase media o alta. Por supuesto le saldrán más caros, pero al menos tendrá unos trabajadores bastante fiables. ¿Sabe de qué plaza le hablo?

"Claro."

– Lo cierto es que no, Aikuser.
– Bueno, no tiene más que seguir el Paseo Marítimo hasta que encuentre dos grandes estatuas de barcos preciosos. Lo reconocerá en cuanto llegue. Allí tuerza a la derecha, y es la primera plaza de esa avenida.
– Perfecto –. Eunán se disponía a levantarse.
– Ah, señor Hael... ¿Me permite darle dos consejos?
– Claro – Eunán se volvió a sentar.

– Cuando llegue a la plaza, pregunte por Raek Ealwen. Es un hombre de mi plena confianza, con experiencia en transportes peligrosos y que pasa por una mala época.
– Perfecto –. Eunán recordó el nombre.
– Y... Tenga cuidado en sus negocios, señor Hael. El sector al que pretende entrar está dominado por un comerciante agresivo y... No muy de fiar, si usted me entiende – le sonrió Aikuser.
– ¿Su nombre?

– Korja Zyruk, señor Hael. No le pediré que recapacite sus planes comerciales, pero sí que sea muy cuidadoso y que vigile por donde pisa. Esta ciudad puede ser un peligro para los desconocidos, créame. Si tiene algún problema, no dude en acudir a mí. Pero no se lo piense – le advirtió, aunque con muy buena fe –. Unos días pueden ser la diferencia entre no sufrir pérdidas o ... - se encogió de hombros.
– Entendido – contestó Eunán –. Muchas gracias por todo, Aikuser.
– De nada, señor Hael – contestó él, siempre sonriente, acompañándole por segunda vez hasta la puerta –. Hasta pronto, señor Hael.

* * *

Llamó tres veces a la puerta, esperó un momento, y golpeó la madera otras dos veces. Esperó, mientras analizaba el edificio. Estaba hecho de ladrillos de arcilla, como la gran mayoría de edificios de la ciudad, pero hasta por la noche se notaba que estaba sucio y descolorido. Su color crema original era ya un marrón oscurecido, de distintos tonos según su cercanía al suelo, y la puerta de madera estaba negra de suciedad y daba la impresión de poder caerse en cualquier momento. Eunán casi se arrepintió de haber llamado a la puerta, no fuera que se rompiera.

– ¿Hussin? – preguntó alguien del otro lado. Eunán entornó los ojos.
– No – dijo, con mucho tiento –, no sé de quién me habla –. La puerta se abrió, y un rostro familiar le saludó con una sonrisa.
– Casi no te reconozco, Hussin – le decía su compañero mientras le estrechaba la mano. Eunán cruzó el umbral y cerró la puerta a su espalda –. Estás muy cambiado.

– Ya, bueno – le restaba importancia Eunán –. Cosas que pasan –. Miró a su alrededor. El local estaba completamente vacío, a excepción de una mesa redonda y unas sillas en el centro, y una pequeña despensa al fondo. Las ventanas estaban cerradas. Una pequeña lámpara de aceite iluminaba la sala desde la mesa.
– Siéntate, Hussin – le invitó su compañero mientras se aproximaban a la mesa. Tomaron asiento en los sitios más cercanos a la puerta – ¿Quieres algo? ¿Agua, tal vez?
– Si me ofreces algo, me lo beberé, sí – contestó Eunán.

El compañero de Eunán se levantó un momento, sirvió dos tazas y se sentó de nuevo. Le dio una a Eunán y se quedó la otra él.

– ¿Y bien? ¿Qué tal tu día?
– Ha ido bien – repuso Eunán –. He comprado el almacén y el amarradero, ambos por un buen precio.
– ¿Cuánto es un buen precio?

Eunán rió. Atherr le dio un trago a su taza de agua.

– ¿Nunca cambias, eh Atherr? – su compañero sonrió –. He gastado mil arkisks en el almacén, y otros trescientos treinta y ocho en el amarradero –. Atherr asintió, su mirada clavada en Eunán, divertida –. ¿Qué estás mirando? –. Esta vez fue el turno de Atherr, que rió en silencio. Más que una risa, parecía un jadeo.
– Es increíble los bajos pecios que consigues siempre, Hussin – admitió él –. No sé cómo lo haces. Yo ayer regateé por un amarradero y lo más que conseguí fue que me lo dejaran por quinientos – negó con la cabeza, como siempre hacía. Eunán sonrió y bebió un poco él –. Dame un momento, que apunto todo eso.

Se levanto rápidamente. Eunán aprovechó para ver si había cambiado. Atherr era un hombre más bien menudo, de corta estatura y más flaco de lo normal. Eso no había cambiado, y seguramente nunca lo haría. Tenía el pelo rubio recortado e iba completamente afeitado, cosa que era distinta antes y que podía hacerle parecer más débil o menos intimidatorio. Su nariz aguileña, sus rasgos duros y su voz cortante le otorgaban, sin embargo, una presencia imponente.

– A ver, repítemelo, por favor –. Eunán lo hizo, mientras Atherr anotaba a toda velocidad. Debía de ser uno de los escribas más rápidos de toda Avadur.
– Y anota también un salario de diez arkisks a Asehen Oweis.
– ¿Aseherr Ofeis?
– No, Asehen Oweis. Asehen Oweis – repitió Eunán.
– Vale, vale. Y ¿quién es ése?
– El anterior dueño del almacén. Le he contratado como supervisor.

Atherr le miró incrédulo. Eunán se sintió casi intimidado, como cada vez que su compañero le miraba fijamente. Porque si había algo realmente curioso de Atherr eran sus ojos: uno verde fuego y el otro azul cielo. Una mirada de mago, pese a que él no era uno.

– Yo alucino contigo, Hussin.
– Eunán.
– Vale, perdona. Eunán – Atherr repasó los apuntes –. No está nada de mal para ser el primer día de trabajo, ¿no?
– Todavía no he terminado – sonrió Eunán – Salgo ahora mismo para la Plaza de Avadur a buscar empleados para mis carros.
– ¿Y mañana?

– Visitaré Asazhira y Nerenezhaíra. Son pueblos mineros de las espinosas, pequeños, de unos dos mil o tres mil habitantes. Casi todos trabajan en las minas. Trataré de buscar buenos tratos por el oro.
– ¿Oro? ¿No habíamos quedado que sería hierro y plata?
– Tuve que hacer un cambio de planes – admitió Eunán – pero ya informé a Serym.
– Me lo tenías que haber dicho a mí antes – le abroncó su compañero.

– Ya, bueno. Fue improvisado. Me enteré de que había un jugador nuevo en la Colonia, un tal Korja Zyruk, que dominaba el mercado del hierro de arriba abajo. Además, varias personas me han avisado de que es peligroso.
– Como si eso supusiera un problema.
– Esto no es Ísur, Atherr, ni siquiera es Nundavira. Aquí si alguien tiene el dinero, tiene el poder. A este tío le teme toda la ciudad. Sin fondos, no le sacaremos de ahí –. Eunán trató de ser convincente, porque sabía que tenía razón y más valía que su compañero lo entendiera.
– Podría sufrir una caída en el Paseo Marítimo, Eunán. Para eso trajimos a Ainesá.

– Es inútil, Atherr. El monopolio estaría aún ahí, y sin fondos es imposible derribarlo. Créeme si te digo que aquí las cosas funcionan así. Sin dinero no eres nadie –. Atherr le miró fijamente. No parecía convencido –. Atherr... Por una vez soy yo el que te pide paciencia a ti. He vivido aquí durante un año, sé de lo que hablo –. Atherr le dio otro trago a su taza.
– Así que oro, ¿no?
– Sí, Serym podrá seguir entrando en la manufactura de joyas así. Y el oro está relativamente descontrolado en toda la Colonia –. Atherr suspiró.
– ¿Y cuánto calculas que tardarás en hacerte con el control de eso? ¿Año y medio?
– ¿Del oro, dices? –. Atherr asintió –. Alrededor de cuatro meses – su compañero le miró con la boca abierta –. Tal vez cinco.
– Definitivamente – le dijo su compañero, dando un breve trago a la jarra y levantándose de la silla – estás loco.

Eunán sonrió de oreja a oreja.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:56
Wind_Master

Sensacional, como siempre. ¿Vas a desarrollar una civilización? Porque al ritmo en que se suceden los acontecimientos, vas a necesitar muchos relatos y mucho tiempo para hacerlo.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:58
Cita de: Reactive
Atherr le miró incrédulo. Eunán se sintió casi intimidado, como cada vez que su compañero le miraba fijamente. Porque si había algo realmente curioso de Atherr eran sus ojos: uno verde fuego y el otro azul cielo. Una mirada de mago, pese a que él no era uno.

¿Verde fuego?, ¿no querras decir rojo fuego?

De momento nada más, ha sido un poco lento esta parte así que me esperaré al siguiente post (porque me da que se va a encontrar con Korja Zyruk) y por cierto, ¿Cómo sabe que es el que controla el comercio del hierro?, el oficial portuario no se lo ha dicho.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 22 de Septiembre de 2009, 23:58
Master Ageof

Muy bien. La historia continua y comienzan a desvelarse nombres que, intuyo, será muy importantes en la trama.

Se empieza a dislumbrar el argumento, aunque sólo sea por sus sombras. Nuestro amigo Hael no es lo que parece, y aunque eso ya lo sabíamos, ahora, al saber un poco más sobre él y la gente con que se trata, las dudas crecen y dan misterio, y eso es muy bueno.
Sobre el ritmo, quizás sea un poco más lento que antes debido a las formas protocolarias de los diálogos.
Hale, sigue. Ya sabes que nos tienes a todos enganchados.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:01
 – Es increíble lo que pega el sol en este sitio – refunfuñaba Raek Ealwen mientras bajaba del carro. Su nuevo empleado, recomendado por Aikuser, era un hombre de estatura media, fornido como un guerrero y con un cabello moreno que le caía hasta los hombros entre un mar de trenzas. Era el distintivo de los hombres Avishenos que se unían a las colonias Eari, aunque Raek no sabía que Eunán estaba al tanto de ello –. ¿Le ayudo a bajar, señor Hael?
– No, Raek, está bien – contestó Eunán antes de aterrizar mansamente contra el suelo –. ¿Esto es Nerenezhaíra?
– Sí, señor – contestó Raek, sus joviales rasgos y su sonrisa siempre intactos. Apenas se le notaban sus treinta y ocho años –. Es terriblemente pobre – dijo él, lleno de amargura –, casi más que el Barrio Espinoso.
– Más que el Barrio Espinoso – corrigió Eunán.

Nerenezhaíra estaba aún peor que la última vez que Eunán fue por allí... Hacía ya siete largos años. Las casas de barro, que nunca había sido pintadas, se sucedían en hileras interminables desde el camino, donde los dos hombres contemplaban el pueblo, hasta las Espinosas, que se dejaban ver por encima del pueblo. Los pocos transeúntes apenas vestían unos ligeros harapos, destrozados y manchados por el barro. Algunos niño jugaban entre las casas. Su piel era muy morena, y el pelo estaba lleno de barro y polvo. Estaban tan flacos que parecían no haber comido en meses.

– ¿Dónde están las minas, Raek? – preguntó Eunán, pensando que al menos se quitaría semejante panorama de los ojos.
– Sígame, señor Hael – contestó él, con el rostro perdido entre aquellos niños. Emprendieron el camino por el medio del pueblo. Pasaron casas y más casas, un pequeño comercio de comida, otro, otro más, un establecimiento de mineros, un almacén, finalmente otro almacén y después llegaron a las minas.

Ya a distancia, las montañas impresionaban. Las Espinosas, una de las cordilleras montañosas más importantes de toda Bardha, se erguían orgullosas al este de Undistaíra, sus picos altos tan imponentes como siempre. Eran famosas por su producción de minerales y piedras preciosas, pero a Eunán siempre le habían impactado más su tamaño y, sobre todo, su belleza. Él, que estaba acostumbrado a las cordilleras del Norte, aún no se acostumbraba a ver unas montañas que no estuviese nevadas El cambio aún se le atragantaba.

– Vaya, señor Hael, parece que hemos llegado durante el descanso matutino – le comentó medio confundido Raek. Eunán se obligó a sí mismo a volver al mundo real, y, mientras veía a los mineros salir de las cuevas, sonrió ampliamente. Había calculado el tiempo a la perfección.
– Qué casualidad – murmuró, casi riéndose.

Los hombres salían, llenos de polvo de arriba abajo, teñidos de gris y de negro, tosiendo pesadamente y bebiendo sus reservas de agua. Tenían diez minutos de descanso, que justo comenzaban ahora, y estaban dispuestos a aprovecharlos. Un grupo de unos quince hombres, todos ellos anchos y fuertes, pero con aspecto de no haberse lavado en muchos años, salieron a gritos y carcajadas de las minas y se sentaron en una piedra, al lado de Eunán y Raek, mientras pedían de malas maneras que alguien les trajera agua. Por supuesto, nadie lo hizo.

Un chico salió correteando de la mina y pasó al lado de Eunán.

– Eh, chico – el niño, que no pasaría de los diez años, se paró en seco –. ¿Me entiendes? – el niño asintió –. ¿A quién le das el oro cuando termina el día? –. El niño dudó un momento corto, y luego debió de pensar que quería jugar, porque miró a Eunán y señaló a un corro de hombres apostados delante de una cabaña de madera justo a la salida de las minas –. ¿Al de la ropa roja? – el niño asintió, se dio la vuelta y salió corriendo. Eunán sonrió.
– ¿Cómo sabíais que el niño trabajaba con el oro, señor Hael? – preguntó Raek, mientras echaban a andar hacia el corro de hombres.
– Bueno, Aikuser me dijo que en Nerenezhaíra lo que más hacían era extraer oro – mentía Eunán, mientras caminaba con calma, desordenándose el pelo y arrastrando los pies para mancharse la túnica gris oscura que llevaba ese día –. Además, el niño llevaba algo de oro en las manos, ¿no se lo has visto?
– ¿Estaba robando oro? – preguntó Raek con la boca abierta. Eunán sonrió y le pidió con un gesto que se lo callara –. Oh, descuide, señor Hael. Por cierto, si me disculpa la pregunta, ¿tiene alguna importancia que ese señor vista de rojo, señor Hael?

Sí que la tenía, quiso contestarle Eunán. Los hombres que vestían de rojo cerca de las minas eran comerciantes locales de piedras preciosas, que se dedicaban a comprar las piedras, recién salidas de la mina, a precios absolutamente ridículos, para luego venderlas a su precio normal a los productores de joyas de Undistaíra. Se hacían con absolutas fortunas en poco tiempo, pero como eran los únicos compradores de los pueblos pequeños y aseguraban un suministro regular y fiable a los productores, éstos no se quejaban y los mineros no tenían alternativa. Bueno, sonrió Eunán. Hasta ahora.

– No, Raek – negó Eunán –, no tengo ni idea de qué significa.

Tardaron muy poco en llegar al corro de hombres, que discutían todos acaloradamente con el mercader.

– ... está muriendo, señor Neeher, muriendo de hambre. Toda mi familia – se quejaba el hombre, un enorme local con un acento terrible y una piel casi negra por las minas –. ¿Sabe?, dentro de poco no le quedarán trabajadores – el mercader se rió –. Apenas tenemos para una comida al día.
– Usted se cree que esto es una broma, señor Neeher – intervino otro hombre, éste considerablemente más bajito aunque igualmente ancho que su compañero... Y con el mismo acento horrible – pero le garantizo que dentro de poco las coas se le van a poner feas.
– ¿Me estás amenazando? – le preguntó el mercader, un hombre bajito, rechoncho, con demasiados mofletes y unos ojos traidores, que se movían de lado a lado, y crueles, divirtiéndose ante la desgracia de los demás. Eunán le odió casi de inmediato.

– No, señor Neeher – repuso el hombre, aunque sus ojos dijeran lo contrario – Simplemente le digo que nosotros no podemos controlar más a nuestros compañeros. No tienen para comer, y si eso no cambia dentro de poco... – Hizo una breve pausa y se encogió de hombros –. No sé qué podría pasar, señor Neeher – terminó, como si de verdad no lo supiera. Sus compañeros asintieron a su alrededor, apoyando sus palabras. El comerciante, sus esquivos ojos mirándoles de uno en uno, contestó:
– Pues más te vale enterarte, Rruará, antes de que acabe el día – hizo ademán de salir del círculo, pero se lo impidieron.
– ¿Eso es un no, señor Neeher? – le preguntó el hombre enorme que había hablado antes.

– ¡Claro que es un no, estúpido! – gritó el mercader, mirando hacia el cielo para tratar de encararse con el gigante –. El precio que os ofrezco es lo mejor que puedo daros. Yo también tengo que comer – la justificación sonó realmente falsa. El corro de hombres miró sus mofletes, y, estupefactos, se quedaron sin respuesta –. El día que encontréis a alguien que os ofrezca más de medio arkisk por cada quararn– prosiguió el mercader, enfadado y en un tono mucho más bajo – me avisáis y seguimos hablando. Hasta entonces, más os vale quedaros callados.

Con eso, el mercader dio media vuelta y se fue por un camino de tierra hacia el pueblo, con cara de muy pocos amigos y mucha prisa.

– Parece sacado de los cuentos de la Ciudadela... – susurró Raek –, si me disculpa el comentario.

Eunán entornó los ojos al principio, sospechando, pero después lo dejó pasar. Al fin y al cabo, el nombre de la Ciudadela se usaba para maldecir habitualmente, no sólo en Undistaíra. Volvió a su trabajo. Los hombres del corro seguían donde estaban, derrotados pero con un enfado ciertamente visible. No parecían querer hablar, pero Eunán dio un paso al frente y se acercó al que el mercader había llamado Rruara.

– Disculpe, señor... – el hombre le miró apesadumbrado, y después extrañado.
– Quién es usted? – preguntó.

– Me llamo Eunan Fa'Hael – se presentó Eunán, mirándole desde lo alto – y soy un mercader de Undistaíra – a Rruara se le iluminó el rostro de inmediato, y todos sus compañeros sonrieron ingenuamente.
– Encantado de conocerle, señor Hael – murmuró – Yo me llamo Rruara, y soy un minero hambriento, si m disculpa – sonrió, pero amargamente. Parecía agotado, mayor, desesperado... Vencido, un hombre que no tenía nada más que perder.
– ¿Cuál era el problema?

– Viene de lejos – explicó Rruara –. Básicamente, que no paga apenas nada y no tenemos para vivir. La mina es buena, pero si tenemos que vender el oro a este precio no sobreviviremos mucho más – su voz denotaba mucha amargura. Y mucha tristeza –. Pero claro, el señor Neeher es el único comerciante del pueblo y nosotros no podemos ir a Undstaíra y perder un día de trabajo... Apenas comemos trabajando, imagínese si faltamos un día – le explicaba, sus curtidos rasgos mostrando desesperación. Estaban atrapados –. Nos quedamos sin empleo y nuestras familias mueren, señor Hael. La situación ha llegado a un límite.
– En las minas – intervino otro hombre, uno espigado y demasiado flaco – incluso se habla de un motín, de dejar de trabajar y rebelarnos –. Una huelga. Pues sí que estaban mal las cosas. Raek y Eunán se miraron.

– ¿Quién de vosotros supervisa la mina? – preguntó Eunán.
– Yo – contestó Rruara.
– Y yo – se acercó otro hombre, alto, de la estatura de Eunán, y ancho. Mayor, rondaría los cuarenta años. Con experiencia.
– Perfecto. Los demás idos, por favor – pidió Eunán –. O al menos no forméis un corro tan visible. No quiero al señor Neeher aquí tan pronto – sonrió Eunán, encontrando miradas cómplices en todos lados. Los hombres se disgregaron lentamente –. Bien. ¿Cuánto produce la mina semanalmente, señores?

– Erm... – Rruara pensó un momento –. Alrededor de ciento setenta quararns, señor Hael – el otro hombre asintió. La mente de Eunán procesó datos: ciento setenta quararns a tres cuartos de arkisk el quararn suponían ciento veintisiete arkisks y medio a la semana. Vendiéndolos a catorce décimos de arkisk el quararn, que era el precio que creía que podría conseguir, le salía un beneficio de ciento diez arkisks y medio. Era insuficiente. Necesitaba ganar tiempo para seguir calculando.
– ¿Cuánto os paga el señor Neeher? – necesitaría al menos un beneficio de ciento cuarenta arkisks a la semana para poder tomar control del mercado en cuatro meses, que era su objetivo.

– Medio arkisk por quararn, señor – contestó Rrura. Eunán seguía: si conseguía vender el oro por arkisk y medio, que estaba algo por encima del precio de mercado, conseguiría un beneficio de ciento veintisiete arkisks y medio. No valía.
– Y ¿cuánto queréis vosotros?
– Seis décimos de arkisk por quararn, señor Hael – Eunán seguía calculando: en el caso de que vendiera a arkisk y medio y comprara el oro a seis décimos y medio de arkisk obtendría un beneficio de... ¡Ciento cuarenta y cuatro arkisks y medio a la semana! Era precisamente lo que necesitaba, pero tendría que encontrar compradores para el oro a un arkisk y medio el quararn... Bueno, sería cuestión de intentarlo.

– Seis décimos de arkisk, ¿eh? – preguntó Eunán, con una media sonrisa asomando en la cara.
– Sí, señor Hael – contestó el otro hombre –. Sabemos que es un precio alto, pero el oro de Nerenezhaíra es ciertamente de alta calidad, señor Hael. No encontrará mejor oro en toda Avadur, se lo aseguramos – Eunán sonrió. Seguramente sería verdad. No se había fijado, pero mientras hacía sus cálculos varios hombres se habían acercado y ahora un corro enorme seguía la negociación. Todo el mundo se había callado, y prácticamente la mina al completo, unos mil hombres, estaba pendiente de la conversación, tratando de escuchar.

– Muy bien, señores – se echó hacia adelante y se irguió, para que todos le escucharan –. Les ofrezco seis décimos de arkisks y medio por cada quararn.
Todos se quedaron en silencio un momento, y Eunan casi se asustó, pensando que había dicho algo mal. Repasó: lo había dicho bien, seis décimos y medio. Ya iba a preguntarle a Raek que pasaba, cuando intervino el supervisor que acompañaba a Rruara.
– ¿Lo dice en serio?

Todos los allí presentes contuvieron la respiración.

– Claro.

El inmenso corro de hombres rompió a gritos, aplausos y vítores. Eunán sonrió, y Raek, alucinando, no pudo más que estallar en carcajadas. Los mineros le agradecieron a Eunán su amabilidad, le prometieron presentes, presentarle a sus familias y todo tipo de honores. Incluso, varios de ellos parecieron olvidar que era un día de trabajo y comenzaron a cantar. Otros danzaron al son de la música durante algunos minutos. Eunán lo contemplaba todo, feliz de haberles hecho la vida más fácil y feliz porque sabía que le iba a salir bien. Sólo tendría que encontrar un comprador al precio que necesitaba... Cosa que no debía de ser tan difícil.

– No sabe el favor que nos acaba de hacer, señor Hael – le agradeció Rruara. Sus facciones, antes tan cansadas y mayores, estaban ahora llenas de alegría –. Está invitado a mi casa cuando lo desee.
– No es para tanto, Rruara.
– Oh, sí que lo es, señor Hael.
– Eso sí – advirtió Eunán –, necesitaré que supervise bien a sus trabajadores, Rruara. Necesito que ese oro sea de muy buena calidad. No puede haber errores en la extracción – Rruara sonrió.

– Con el señor Neeher los había – admitió Rruara –, pero muchos de los hombres lo hacían a propósito. Con el favor que les ha hecho, créame si le digo que no los habrá.
– Espero que así sea – contestó Eunán, no como amenaza sino con una sonrisa.
– Hora de volver a la mina, señor Hael – dijo Rruara –. Ya han bailado bastante –. Rruara sacó su voz de sargento y, con dos gritos, mandó a todos a trabajar. Los hombres dejaron de bailar, pero entraron a las cuevas aún cantando. Eunán ni se le creía. Rruara sonreía –. Están felices, señor Hael – murmuró él.
– No sabe cuánto me alegro, Rruara. Por cierto, tendré carros esperando aquí esta misma tarde. El primer pago vendrá... ¿Cuándo les pagaba el señor Neeher?
– Cada luna llena, señor Hael – La próxima luna llena era en diez días. Perfecto.

– Entonces cada luna llena, Rruara. ¿Cuándo salen normalmente los carros?
– Al anochecer, señor Hael – contestó Rruara –. El camino hasta Undistaíra está iluminado por antorchas que paga Korja Zyruk desde Disisseíra hasta la ciudad. El tramo restante es corto, y lo iluminan los propios transportistas. Va dentro de su sueldo.
– Muy bien. Permaneceré aquí hasta el anochecer, en ese caso.

– ¿Qué está pasando aquí? – se oyó una voz gritando a sus espaldas –. Ve a trabajar, Rruara. ¡Vamos! ¡¿A qué esperas?!
– Señor Neeher... – trató de explicar Rruara.
– ¿Qué? ¡Muévete!
– ¡Señor Neeher! – gritó Eunán, mirando al comerciante desde arriba. El comerciante se calló de inmediato, pero, al verle, quiso volver a alzar la voz - ¡Ni se le ocurra gritarme, señor Neeher!

– ¡Váyase a trabajar!
– ¡Ya estoy trabajando! – rugió Eunán, dando un paso adelante y apretando los puños. El comerciante le miró sin entender, aunque asustado ante la imagen de un hombre altísimo, aparentemente fuerte y con una cicatriz en la mejilla rugiéndole furiosamente –. Soy un comerciante de Undistaíra, señor Neeher, que acaba de comprar a sus empleados pagándoles lo que se merecen – el hombre palideció repentinamente, sus gruesos mofletes contrastando con el rojo oscuro de su túnica –. Ni se le ocurra volver a darme órdenes. Y ahora, si me disculpa, necesito transportistas. ¿Dónde están los suyos?

El comerciante, abatido, señaló a un hombre que le había acompañado y esperaba pacientemente apoyado en una casa de barro a unos doscientos pasos. Eunán se encaminó hacia allí, seguido de Raek, que aún no se creía todo lo que estaba pasando. El señor Neeher, mientras, se echó a llorar delante de Rruara... Que al ver semejante escena simplemente se dio la vuelta y se adentró en la mina, agradeciéndole a Janan la aparición del señor Hael.


Nota: 1 quararn = 1.4 kg (más o menos).


Buf, sesión de respuestas. A ver:

Citar¿Verde fuego?, ¿no querras decir rojo fuego?

No, quería decir verde fuego. Verde intenso, vamos.

Citar¿Vas a desarrollar una civilización? Porque al ritmo en que se suceden los acontecimientos, vas a necesitar muchos relatos y mucho tiempo para hacerlo.

Err, no termino de entender a qué te refieres. Pero vamos, que yo voy a narrar la historia del comienzo de los años turbios de Avadur que acaban con la anexión de Avadur por parte del Reino de Khardha. No es más que un relato "corto" que debería ser de alrededor de 60 páginas o así, en el que deberían ir apareciendo características de la Sociedad Comercial de Avadur. Así a bote pronto, se verán las diferencias entre los Eari puros y los locales de las colonias, que tendrán distintos derechos y estatus; la posición de las mujeres en la sociedad; la influencia de la Ciudadela, que ya mencioné en un post en otro hilo; el orden politico de los Cuatro Clanes; la influencia de la religión; la importancia del comercio, y alguna cosilla más que habrá suelta. Pero esto no es más que un relato.

Más adelante, cuando acabe este relato, haré otros (basados en otras ciudades o colonias Eari, no en Undistaíra) que dejarán ver otras características de Avadur. Pero eso es otra historia.


CitarPor cierto, tu solo escribiras sobre esta ciudad?

De momento sí. En este relato la acción transcurre toda en Undistaíra y en pueblos cercanos, como Nerenezhaíra.

CitarY tengo una pregunta. ¿Por qué el capital siente terror al ver a Eunán en el barco? ¿Es que acaso le reconoce?

No. Es que Eunán inspira terror si se le ve como se le veía en el barco.

Citar1 ¿Cómo sabe en cuatro días que ese almacen está en venta, o que el nogocio de joyas está a punto de desaparecer?

2 ¿Cómo sabe que es el que controla el comercio del hierro?, el oficial portuario no se lo ha dicho.

3 Los tres barrios son el Barrio del puerto, el de la Esperanza y el EEspinoso, ¿no?.

4 ¿Es de nuestro asunto de donde ha sacado Eunán los mis arkisks? (joder tio no podías ponerle un nombre más facilito a la moneda).

1 y 2: imagínatelo, porque si te lo cuento te cuento toda la historia.

3: sí, esos son los tres barrios de Undistaíra.

4: otra vez, puedes imaginártelo. En el tercer post se dan bastantes pistas, la verdad. Ah, y acostúmbrate al nombre de la moneda... ¡Media Khardha la utiliza! xD

Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:02
EPI el Anonimo

¿Has leído por casualidad La Catedral del Mar? Porque es que eunán me recuerda mucho al protagonista, ayudando mucho a los pobres. Y veo que pronto Eunán se va a ver en serios problemas...

Sigue.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:03
Master Ageof

Muy bien, muy bien. Muchas cosas nuevas.
Eunán nos ha salido justiciero :P. Sé que no tienes mucho tiempo para leernos, así que no te aburriré con (más) comentarios.
Me alegra ver que te acuerdas de Avishira, al incluir a un avishenio (o avisheno, realmente da igual) en esta parte. Sigue así.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:04
Bloodthirsty

Hola. Muy bueno el relato, jeje; como los anteriores. Sigue por favor.

Una cositas que vi. Al final del segundo párrafo:

CitarAlgunos niño jugaban entre las casas. Su piel era muy morena, y el pelo estaba lleno de barro y polvo. Estaban tan flacos que parecían no haber comido en meses.

Le faltaría una "s" a niño.

Y bueno:

Citar– Encantado de conocerle, señor Hael – murmuró – Yo me llamo Rruara, y soy un minero hambriento, si m disculpa – sonrió, pero amargamente. Parecía agotado, mayor, desesperado... Vencido, un hombre que no tenía nada más que perder.

si "me", falta una "e".

Citar– Hora de volver a la mina, señor Hael – dijo Rruara –. Ya han bailado bastante –. Rruara sacó su voz de sargento y, con dos gritos, mandó a todos a trabajar. Los hombres dejaron de bailar, pero entraron a las cuevas aún cantando. Eunán ni se le creía. Rruara sonreía –. Están felices, señor Hael – murmuró él.

Quizás este confundido pero creo que va un "ni se lo"



Muy bueno como ya dije. Espero por más.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:08
freedom fighter

No soy muy ducho en esto, pero intentaré hacer una crítica constructiva, a ver qué sale xD

En primer lugar me está gustando la historia. Las descripciones son detalladas pero en la gran mayoría de ocasiones no parecen interminables y no se hacen largas e innecesarias. En segundo lugar el misterio que envuelve a Eunán y sus negocios lo envuelve con un cierto atractivo. En general, me gusta mucho.

Pero... xD

Hay un par de cosas que me han llamado la atención xD En primer lugar, casi todos los personajes a los que describes (el capitán, Eunán mismo, el oficial portuario, el mercader...) se caracterizan porque están siempre sonriendo, son gente amable, que intentan ayudar. Es como si estos personajes secundarios estuviesen calcados del mismo patrón, es como si cogieses un mismo molde e hicieras los personajes con él y éstos sólo se diferenciasen mínimamente... Quizás sea porque no me lo haya leído más que una vez y rápido y son primeras impresiones...

Otra cosa que me apena es que el capitán no salga más en la historia, al principio lo caracterizas excelentemente y antes de llegar a Hussin pensé que era el protagonista xD Quizás lo has caracterizado demasiado bien por ser sólo un personaje secundario...

Luego, y no es una crítica, no entiendo bien una cosa. Cuando el protagonista va a ver a su socio, éste lo llama por su (suponemos) verdadero nombre, Hussin. Él no le dice nada hasta la tercera o cuarta vez, que es cuando lo corrige. Entonces, el compañero no hace más que disculparse, y me pregunto ¿un tipo al que conoces pero que no has visto desde hace 7 años (supongo) y que te corrige su nombre y no te preguntas el por qué del cambio?

Ya acabando hay una cosa que no me cuadra. ¿Por qué necesitan los mineros de intermediarios? La ciudad está cerca, a un día de viaje, y sólo con que un minero se ausente un día a la semana para vender el oro al precio real y triplicar sus beneficios semanales de todos creo que se compensa el día que se pierde UN minero. Cuando el minero responde que no podrían sobrevivir es de suponer que piensa con UN minero menos trabajando y manteniendo el precio que le cobra el mercader, pero este precio se ve incrementado en un 300%, así que no creo que haya problema de subsistencia en ese caso...

Aún con todo, son detallels, en general me gusta, como ya he dicho.

Por último, y en broma xD, qué nombres más difíciles te inventas para la moneda y los personajes xDD
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:10
EPI el Anonimo

Como Reactive no está voy a responder yo a algunas preguntas que no deverían destripar el argumento.

Cita de: freedom fighter
Otra cosa que me apena es que el capitán no salga más en la historia, al principio lo caracterizas excelentemente y antes de llegar a Hussin pensé que era el protagonista xD Quizás lo has caracterizado demasiado bien por ser sólo un personaje secundario...
El capitán en un principio sale más adelante en las historia otra vez.

Cita de: freedom fighterLuego, y no es una crítica, no entiendo bien una cosa. Cuando el protagonista va a ver a su socio, éste lo llama por su (suponemos) verdadero nombre, Hussin. Él no le dice nada hasta la tercera o cuarta vez, que es cuando lo corrige. Entonces, el compañero no hace más que disculparse, y me pregunto ¿un tipo al que conoces pero que no has visto desde hace 7 años (supongo) y que te corrige su nombre y no te preguntas el por qué del cambio?
Eso se descubrirá con el paso de la historia. ;)

Cita de: freedom fighterYa acabando hay una cosa que no me cuadra. ¿Por qué necesitan los mineros de intermediarios? La ciudad está cerca, a un día de viaje, y sólo con que un minero se ausente un día a la semana para vender el oro al precio real y triplicar sus beneficios semanales de todos creo que se compensa el día que se pierde UN minero. Cuando el minero responde que no podrían sobrevivir es de suponer que piensa con UN minero menos trabajando y manteniendo el precio que le cobra el mercader, pero este precio se ve incrementado en un 300%, así que no creo que haya problema de subsistencia en ese caso...
Ten en cuenta que son 238kg de oro. No los puede llevar una sola persona (ni siquiera en un carro), se necesitan transportistas y los mineros necesitan el dinero para comer y el tiempo que necesitarían para contratar a estos tienen que estar en las minas. Por lo que es más fácil venderle el oro a alguien y que luego el lo venda.


Creo que no he dicho nada que no devría pero si se da el caso Reactive, dímelo y lo borro
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:11
freedom fighter

Ya, pero lo que me extrañaba es la propiedad de la mina. Me explico. Hoy en día la mina sería propiedad de una empresa que la explota mediante los mineros. Pero aquí, parece ser que la mina es propiedad de los mineros mismos. Por lo tanto, lo que extraen es suyo, así que en lugar de conseguir un beneficio de 110 arkisks podrían hacer lo mismo que hace el mercader por un beneficio de 250 arkisks. Es decir, la situación no exige a un intermediario. Pero aún así, no se ve del todo superfluo la participación del mercader.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:12
CitarHay un par de cosas que me han llamado la atención xD En primer lugar, casi todos los personajes a los que describes (el capitán, Eunán mismo, el oficial portuario, el mercader...) se caracterizan porque están siempre sonriendo, son gente amable, que intentan ayudar. Es como si estos
personajes secundarios estuviesen calcados del mismo patrón, es como si cogieses un mismo molde e hicieras los personajes con él y éstos sólo se diferenciasen mínimamente... Quizás sea porque no me lo haya leído más que una vez y rápido y son primeras impresiones...
Hasta ahora es cierto, sí, e igual debería cambiarlo algo. Pero vamos, que ya llegarán cambios: aparecerá gente que no sonreirá tanto y habrá cambios en algunos de los que ya estaban. Y, de todas maneras, hay algo que se menciona más tarde: sonríen por protocolo. Los hay que no son así de amables (véase la actitud inicial de Asehen Oweis, el menda del almacén, cuando Eunán le intenta "vender" ciertos productos...), pero, en general, son todos amables en las transacciones, porque es su trabajo. Pero luego en privado o cuando hay problemas las cosas cambian. Es parte de esa sociedad Eari que estoy intentando describir, pero es difícil.

Muchas gracias por mencionarlo, de todas maneras.
CitarOtra cosa que me apena es que el capitán no salga más en la historia, al principio lo caracterizas excelentemente y antes de llegar a Hussin pensé que era el protagonista xD Quizás lo has caracterizado demasiado bien por ser sólo un personaje secundario...
Buf, a mí también me encantó. Saldrá más tarde, como dice Epi (que se sabe toda la historia ya xD), pero sí que es verdad que podría aprovecharlo
más. Saldrá en otros relatos, de todas maneras, pero en éste le veréis más bien poquito.
CitarCuando el protagonista va a ver a su socio, éste lo llama por su (suponemos) verdadero nombre, Hussin. Él no le dice nada hasta la tercera o cuarta vez, que es cuando lo corrige. Entonces, el compañero no hace más que disculparse, y me pregunto ¿un tipo al que conoces pero que no has visto desde hace 7 años (supongo) y que te corrige su nombre y no te preguntas el por qué del cambio?
Eso mismo, se supone. xD Hay muchas cosas ahí que quedan todavía por descubrirse, y la relación entre Eunan y Atherr es una de ellas.
Citar¿Por qué necesitan los mineros de intermediarios?
Buf, aquí sí que hay un lío. Esta parte está muy mal explicada y es algo que habría que desarrollar mucho más. El tema es que estos intermediarios (a todas luces innecesarios, como tú bien dices) son herramientas de los mercaderes más ricos de la Colonia, asociados por así decirlo. El objetivo es dejar a los mineros sin otra opción que recurrir a ello vender las piedras al precio que éstos fijen. Para ello (y aquí es donde fallé al no mencionarlo y explicarlo) utilizan la intimidación y, a veces, incluso el asesinato para disuadir a los mineros de salir de ahí.

Gracias por mencionarlo, me pondré a editarlo inmediatamente xD.
CitarPor último, y en broma xD, qué nombres más difíciles te inventas para la moneda y los personajes xDD
Yo no soy, son los Eari... xD

Gracias por la crítica, ayuda mucho. Oye, y prodígate más, que estas cosas se echan de menos en este foro. ;)

Gracias Bloodthirsty por corregir errores. Ya están corregidos en el Word, editaré cuando vuelva a Madrid y no me cobren por conexión xD.

Y gracias Epi por contestar a las críticas. Y además por contestar tan bien xD.


Está todo un poco parado, pero para ser verano está bastante bien. Ya nos seguiremos leyendo cuando comience Septiembre, supongo. ;)
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 23 de Septiembre de 2009, 00:13
freedom fighter

Reactive, ¿puedo tomar la ciudad de Undistaira como ambientación para la primera parte de mi relato? No es por nada particular, es simplemente que es una de los primeros relatos que leí y me gustó cómo describes la ciudad xD La verdad que podría poner cualquier otro nombre, o simplemente ciudad, pero me hacía ilusión darle más ambiente a mi relato xD A posta, he creado una biblioteca cito:

"La biblioteca era un edificio imponente. Confeccionado con grandes bloques de mármol se alzaba indolente a los alrededores del Barrio Portuario. Las grandes puertas de roble, teñidas de color oro, estaban siempre abiertas a cualquiera que desease nutrirse de sabiduría. Dentro se guardaban multitud de libros, de todo tipo, desde libros divulgativos, hasta libros de filosofía, pasando por libros...oscuros. El techo era un complicado laberinto de cristales que iluminaban en todo momento el núcleo del saber humano.
El decano era un hombre anciano y sabio, que llevaba toda la vida dedicándose al saber. Se encontraba en su despacho, sentado ante una mesa llena de papeles. Tocaba revisar cuentas. Con la diestra garabateaba rápidamente mientras oía las risas de sus aprendices, que tenían el día libre. De éstos, el único al que valoraba favorablemente era a Anth, un muchacho estudioso y deseoso de saber. "

Así describo la biblioteca, es muy vaga la descripción, pero si crees que no cabe en la ciudad pongo en lugar de Undistaíra "ciudad" y ya xD

En cuanto me des permiso posteo la primera parte del relato ;)
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 01 de Noviembre de 2009, 00:31

(Tres meses después.)


Querido Eunán:

Menos mal que tu dirección es discreta, si no me habría salido muy caro mandarte esta carta, y no estamos como para levantar sospechas. La verdad es que la tensión está por las nubes aquí; los Tyasri saltan a la más mínima, y saltan alto. Lisdur Navirik en particular está armando mucho revuelo con cualquier cosa que afecte positivamente al Clan Idirith. La última ha sido quejarse ante el Consejo de la Ciudadela por unas supuestas "concesiones comerciales que recibe el Clan Idirith injustamente". Ver para creer. Cualquiera diría que sois hermanos, Hussin: no os parecéis en nada. Ah, perdona. Se me olvida llamarte con tu nuevo nombre, Eunán.

Tengo dos malas noticias para ti, Eunán. La primera es que Ishissira se ha acabado casando. No sé realmente cuánto te importaba esa chica, pero se casó el mes pasado con un guerrero Tyasri de Válielaith. Parece que todos tus seres queridos se inclinan hacia el Clan Tyasri.

La otra es que nuestro Jefe de Clan se muere, Eunán. Un fesfo al que consultamos nos dijo que tenía un tumor en la cabeza, en el cerebro. Tiene unas jaquecas terribles, a veces se pasa noches enteras gritando. Le hemos trasladado a Ísur, para que viva lo que le quede en paz con su familia. Lo que menos se merece es que ahora le molestemos con temas políticos. Se están ocupando de todo Naest y Kurfut, y lo están haciendo bien. Ganando enteros para su nombramiento como Jefes cuando Eiaraa finalmente se muera.

Ah, y tu hermano también ha sido noticia: ha entrado al séquito del Jefe del Clan Tyasri. No me gusta nada que Lisdur siga escalando posiciones. Cada vez va a ser más y más peligroso, y sus peticiones y reproches más escuchados. Últimamente parece contar con el apoyo del Clan Caissa en cualquier cosa que haga contra nosotros, y el Clan Shaeth no tiene demasiadas intenciones de ayudarnos.

Espero que tu misión en Undistaíra vaya bien. Dile a Atherr que tendremos que acelerarla: necesito que tengáis el control total de la Colonia, como muy tarde, en año y medio. Los tres años iniciales puede que no sean suficientes. Cada vez voy sintiendo más inseguridad. Me parece que se está tramando algo gordo contra el Idirith, contra nosotros. Y cuando digo gordo, me refiero a muy gordo. No sé qué es, es una corazonada. Si averiguo algo te lo contaré.

Asesinaron a un comerciante en Nundavira el mes pasado. Un comerciante de pieles importante, parece ser. Un paseo de su oficina a casa, y una muerte sin ninguna señal de violencia. Vamos, un asesino Caissa. Los Tyasri, los asesinos rojos, ya sabes que son mucho menos discretos. Qué te voy a contar después de que te persiguieran durante meses. Lo que no sé es que pintan los Caissa metidos en Nundavira. Me parece que hay algo entre ellos y los Shaeth. No quiero saber cuál ha debido de ser el pago.

Por lo demás, por aquí hace una temperatura decente, pero pronto la nieve cubrirá la Ciudadela de arriba a abajo. Los picos de El Órgano ya están nevados, ¡imagínate! Sé que te gusta más el Sur, pero debo decirte que ahora el paisaje es precioso por aquí. Deberías verlo. Los fesfos de La Catedral dicen que va a ser un buen invierno, que no va a hacer demasiado frío. Eso espero. Lo que nos faltaba era que muriera gente por enfermedad.

Ya me contarás cómo os va por allí. ¡Espero que hayáis sobrevivido todos al verano sureño!

Tu amigo,

Rar Fa'Lassair



– No son precisamente buenas noticias – murmuró Atherr cuando terminó de leerla, con una mueca de disgusto, sin dejar de andar lentamente alrededor de la mesa.
– No – coincidió Eunán, sentado a una de las nuevas sillas del local, que sí que parecía haber mejorado desde su última visita. Ahora había una mesa rectangular rodeada de sillas y otras cuantas mesitas redondas distribuidas por el cuarto. Las paredes lucían un señorial color marrón rojizo, y los segmentos que no estaba ocupados con estantes lo estaba con cuadros u otros elementos decorativos. Desde luego, no se parecía en nada a aquel local vacío, decrépito y grisáceo que recordaba Eunán. Ainesá, sentado enfrente de Eunán, les miraba preocupado, sus ojos entornados.

– ¿Qué dice? – preguntó, pronunciando la ce como una ese y arrastrando las palabras, como hacía siempre.
– Básicamente, que las cosas están feas por la Ciudadela y que Eiaraa se muere.
– ¿Eiaraa? Si estaba perfecto hace solo seis meses – la cara joven e inofensiva de Ainesá mostró un gesto de confusión.
– Pues se muere – murmuró Eunán.

– Y además, dice que tendremos que completar nuestra misión en menos tiempo – apostilló Atherr. Ainesá alzó las cejas y abrió los ojos.
– Eso sí que es raro en Rar.
– En vez de tres años, tendremos año y medio –. Ainesá hizo algunos cálculos.
– ¿Podremos cumplirlo?
– Por mi parte sí – dijo Eunán.
– Pero Corym quizá tenga problemas – añadió Atherr – y supongo que Serym también.
– Yo puedo aportar capital al que lo necesite – propuso Eunán –. Llevo bien mi plan, tengo excedente. Y Ainesá puede aportar vía libre. Es todo lo que se necesita en Undistaíra.

Ainesá sonrió siniestramente y por primera vez pareció ser lo que realmente era. Pocas veces dejaba ver su verdadera personalidad, su alter ego. Ésa fue una.

– Sí... – susurró –. No tendré problemas en acelerar mis planes.
– Bueno, ya hemos alargado esto lo suficiente – zanjó Atherr –. Idos a donde quiera que debáis ir –. Se movió hacia la puerta rápidamente. Eunán y Ainesá se levantaron con calma y le siguieron mientras charlaban del tiempo.


Ahí queda eso. A ver si le damos un poco de acción a esto... Aunque supongo que con el CIRCO estaremos la mayoría algo out, pero sea.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Wind_Master en 01 de Noviembre de 2009, 01:59
Pero Reactive, ¡el CIRCO! :P
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 01 de Noviembre de 2009, 14:40
Me dio tiempo a presentar algo... Después de estar escribiendo de once menos cuarto a doce en punto xD. Y luego ya postée esto, cuando conseguí algo para nuestro amado concurso. xDxD
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Blood en 03 de Noviembre de 2009, 23:08
Bueno paso de vuelta por aquí a ver si saco un poco de tiempo y leo más.

El fragmento corto pero muy ... ¿inquietante?. Jeje espero sigas con la historia.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: master ageof en 29 de Noviembre de 2009, 18:56
Yo, como creo que todos, estamos deseosos de que este relato continúe.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: freedom fighter en 01 de Diciembre de 2009, 20:52
Cada vez toma esto un cariz más inquietante... Ardo en deseos de que sigas posteando. Cada vez van apareciendo más personajes que supongo jugarán un interesante papel en la historia.

A ver si soy afortunado y posteas otra entrega antes de acabar el puente xD
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 10 de Febrero de 2010, 23:22
"El mundo es peligroso. El mundo es difícil. El mundo, tal y como lo conocemos hoy en día, es cruel. La lucha por la supervivencia es lo que, instintivamente, nos lleva a tratar de imponernos a los demás. Queremos lo mejor para nosotros, pero también para nuestros hijos. Todo lo demás carece de importancia. La existencia es casi individual, no se comparte, es egoísta.

   Así pues, ¿con qué objetivo nos crearon los Dioses? Ningún Creador busca el sufrimiento de sus creaciones, salvo que experimente con ellos. Si nos crearon para vernos crecer y vivir en paz y armonía, han fracasado y no debemos venerarles por ello. Y si, por otro lado, nos crearon para corroborar sus teorías o demostrarse entre ellos cuál de sus creaciones es mejor, tampoco merecen nuestra devoción.

   Y, sin embargo, gran parte de la población de Avadur cree en estos Dioses. Algunos seguirán a Shajun, el Bondadoso. Los habrá, en cambio, que crean en Zaran, en la Justicia, o en Neikassar, la Destrucción. Cabe preguntarse, pues, por qué esta gente cree en estas deidades a pesar de todos los males que parecen habernos causado, o a pesar de que existe la posibilidad, nimia pero real, de que ni siquiera existan.

   La respuesta es simple pero punzante, pues, como dice el antiguo refrán, "no hay dolor más fuerte que el Verdadero". Los humanos, sea porque Shajun nos hizo así o porque nuestra cultura nos marcó, somos débiles, incrédulos y temerosos. Nos asusta lo desconocido, lo que no podemos explicar, y recurrimos a los Dioses para tapar los huecos que nuestra mente es incapaz de llenar. Y los Dioses, a su vez, nos impiden ver el mundo que aguarda a ser descubierto, a ser investigado, a ser destapado de una vez y desvelar así todos los secretos que, hasta que la religión desaparezca, nunca serán encontrados."



Las Voces del Futuro.


La portada del libro era preciosa. Los dibujos, exquisitos, describían curvas y rectas, rectas y curvas que parecían no ser más que filigranas decorativas de atrevidos colores. El rojo, el verde y el morado saltaban rápidamente a la vista, pero el blanco, el azul y el plata no se quedaban a la zaga. Las líneas parecían seguir secuencias ilógicas, simplemente unos trazos al azar que vagaban de un lado al otro de la cubierta del manuscrito, sin rumbo aparente.

Y sin embargo, como todo en aquella vida, tenía su significado. Mirando fijamente, durante un corto rato, la figura empezaba a centrarse y los bordes a difuminarse, y de repente los trazos sin sentido eran el marco de un cuadro, y las rectas ya no eran simples líneas sino que marcaban el filo de una espada, las curvas se habían convertido en las llamas de una hoguera y la atrevida decoración era el cielo estrellado. El cuadro, pues eso era, mostraba el agónico final del llamado "Gran Silencio", que no fue más que la búsqueda y asesinato de todos los que se oponían a los designios del Consejo de Clanes. La hoguera ardía furiosamente, las llamas ávidas de carne que subían y subían y el humo, asfixiante, que se expandía entre la gente. Atado a un poste de madera, ya gritando no de miedo sino de ira, se alzaba orgulloso e impertérrito el último de los asesinados: Rar Fa'Sunú.

Era ingenioso, y Eunán no pudo sino sonreír. Sólo uno de los mejores artistas de la historia pudo diseñar semejante maravilla. Aquel escrito debía de ser de los pocos que quedaran en el mundo, pero vaya si valía la pena. Las Voces del Futuro no tenía más de treinta años, pero todo lo que explicaba, paso por paso, se estaba volviendo realidad. Cada vez la situación en la Ciudadela era más y más difícil, hasta el punto de que Rar Fa'Lassair, Informador Jefe de la Ciudadela y líder en la sombra del Clan Idirith, ya había dado por imposible retomar las relaciones con los otros Tres Clanes: Tyasri, Shaeth y Caissa. Y por eso estaba Eunán allí, en Undistaíra. Mientras se levantaba y se vestía con las mejores ropas de su armario, le dio vueltas a la situación actual.

La misión iba viento en popa y a toda vela, al menos, en lo que a Eunán se refería. El mercado del oro ya estaba bajo su total control: los precios subían y bajaban según los designios de Eunán, y cada vez más minas estaban bajo su control. Ya tenía bajo contrato todo el oro de las minas de Nerenezhaíra y Asazhira, las más grandes y de las que procedía el oro de mayor calidad. Además de eso, controlaba todo el oro que llegaba desde fuera de la Colonia, en particular de comerciantes de Ivhen, y también un par de minas pequeñas en los pueblos Ajierhira y Nuihíra. Aún había otros comerciantes que sobrevivían ahí, pero el mercado del oro estaba bajo su total control.

Además, Eunán dominaba también el importantísimo mercado Undistakiano de joyas. Uno de sus compañeros, Serym, controlaba la manufactura de las joyas en las fábricas de la Colonia, y luego volvía a venderle las joyas a Eunán, que a su vez las mandaba hacia Ísur, Irkazhira o hacia cualquier otra parte de Bardha. Siguiendo las órdenes que le llegaban de Rar, evitaba vender a las ciudades controladas por los otros Tres Clanes, que eran básicamente todas las Colonias aparte de Undistaíra e Irkazhira. Así pues, no hacía ni dos semanas que había cerrado un acuerdo con el Reino de Khardha para suministrarles doscientos cincuenta quararns de joyas a la semana a un precio más que decente... Desde luego más decente que lo que le habían ofrecido los Clanes Tyasri y Caissa.

Y ahora, Eunán debía proceder con la parte más delicada y difícil de su plan: entrar en el mercado del hierro, y entrar con mucha fuerza. Sólo así conseguiría romper el monopolio de Korja Zyruk, y aún así sería difícil. Llevaban dos meses siguiendo sus movimientos tanto en su vida profesional como en su vida personal, y parecía ser un tipo de lo más peligroso. Utilizaba constantemente técnicas agresivas para librarse de la competencia. Solía bajar los precios por debajo del precio de mercado para arruinar a otros mercaderes, ignorando las protestas de sus trabajadores en las minas. Cuando estos protestaban, solían recibir palizas brutales que dejaban a los mineros lisiados de por vida o con lesiones permanentes. La intimidación era parte fundamental e indispensable de su forma de negociar, y Atherr incluso había averiguado que algunos de sus competidores "desaparecían" misteriosamente para nunca ser encontrados cuando ponían en peligro el monopolio de Zyruk.

Eunán sonrió siniestramente al pensar que Zyruk nunca había tenido un rival como el que iba a tener ahora.

Alguien llamó a la puerta de su cuarto tres veces. Eunán, que acababa de terminar de vestirse, se giró hacia la puerta.

– ¿Sí?
– Su carroza le espera, señor Hael – le anunció su guardia personal sin ni siquiera abrir la puerta.
– Entra, Hor – invitó Eunán, abriendo la puerta. Al otro lado esperaba Hor, que entró sin cambiar su gesto duro y frío.

Hor se había convertido, durante los últimos dos meses, en el mejor compañero de Eunán en la Colonia. Era bastante alto, aunque aún algo más bajito que Eunán, y terriblemente ancho. Muy musculoso, su sola presencia solía llenar una habitación. Siempre vestía ropajes muy discretos y un ceñido peto de cuero duro que Eunán le había proporcionado de sus propios fondos. Sus ojos marrones siempre observaban a su alrededor por si había peligros para Eunán, y no solía abrir la boca salvo para lo más imprescindible. Descendiente de Avishenos, no llevaba ya el pelo largo y trenzado, si no que lo llevaba muy corto, para que nunca le molestase. Eso sí, había heredado los rasgos de los norteños: cejas muy pobladas, mandíbula ancha y pelo rojo. Y rostro duro, con una nariz y una boca muy pequeñas y una barba muy poblada que le ocupaba las mejillas y la barbilla.

   Hor, como de costumbre, no se dejó impresionar por las ropas que hoy lucía Eunán.

– ¿Qué te parece? – bromeó Eunán mientras se colgaba su espada ligera al cinto y se guardaba varios puñales en los zapatos y entre su ropa. Hor, ya acostumbrado a esas precauciones, negó con la cabeza.
– Vamos, señor – contestó Hor, con una media sonrisa asomando. Eunán rió.

   Tardaron poco en salir del hogar de Eunán, en pleno Barrio Portuario, y dirigirse al Barrio de la Esperanza. Pararon media hora después.

– Aquí es, señor – anunció Hor, abriendo la puerta de la carroza –. Avenida del Mar. Es la casa del señor Ijno.
– Gracias, Hor. Ya sabes, tienes la noche libre.
– Estaré aquí fuera esperándole, señor.
– No hace falta, Hor – murmuró Eunán –. En serio – su guardia no movió ni un músculo, ni se inmutó. Eunán suspiró –. Como quieras. Estaré dentro – Hor asintió firmemente y se apoyó contra la carroza, dispuesto a permanecer allí todo lo que quedaba de tarde y parte de la noche.

Eunán aún se asombraba ante su lealtad. Conoció a Hor una tarde, cuando visitó las minas de Nerenezhaíra por cuarta vez para ver cómo iban las cosas para sus mineros. Acababa de producirse un derrumbamiento, y Hor había sacado ya a doce o trece heridos de la mina a pesar de estar él mismo herido. Cuando se cercioraron de que no quedaba nadie más atrapado debajo de los cascotes y Rruara volvió a llamar a todos a las minas, Eunán sacó a Hor de ahí. Le llevó al sanador del pueblo, y mientras le curaban las heridas, Eunán hizo algunas pesquisas. Hor resultó ser uno de los hombres más pobres de la ciudad, pues debía mantener a sus dos hermanas y a tres hermanos pequeños desde que su padre muriera seis años atrás. Era un hombre joven, de veinticuatro años, muy silencioso y frío y que apenas se relacionaba con nadie aparte de sus familiares. Cuando Hor salió de casa del sanador, Eunán le dijo que empaquetara sus cosas y las de sus familiares, porque se iban a Undistaíra con él. Hor al principio no se lo creyó, y después se quedó maravillado. Pese a que nunca se lo agradeció verbalmente, Eunán sabía que le había cambiado la vida. Su lealtad hacia Eunán era irreductible: vivía para él y siempre estaba a su disposición. Eunán se alegraba mucho por haber encontrado a semejante compañero.

Miró por última vez a su guardia personal, lesonrió y se dio media vuelta para entrar al palacio que parecía ser la casa de Ninké Fa'Ijno, el comerciante que le había vendido el amarradero nada más llegar a Undistaíra. Había una fiesta allí, y Eunán tenía que cumplir con su papel de comerciante importante de la Colonia y no podía faltar. Y además, por allí andaría Korja Zyruk. Y Eunán quería verle de cerca antes de lanzarse a por él.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Wind_Master en 10 de Febrero de 2010, 23:46
Me alegra leer de nuevo esta parte del proyecto, Reactive. Espero que esto sirva de pistoletazo de salida para que los demás continuemos con lo nuestro.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Blood en 11 de Febrero de 2010, 17:44
Como siempre sabe a poco. Muy bueno y a la espera de nuevo que continuen, tanto tú como el resto.

PD: En el último párrafo después de la coma aparece todo junto le sonrió.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: EPI el Anonimo en 11 de Febrero de 2010, 17:44
BIEEEN Reactive ha vuelto!!!!

Me encantan los tres primero párrafos ("Las Voces del Futuro"), pero tampoco hay mucho más que decir.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Wind_Master en 17 de Febrero de 2010, 14:00
Acabo de encontrar un pequeño fallo, Reactive.

CitarMiró por última vez a su guardia personal, lesonrió
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Reactive en 05 de Julio de 2010, 20:13
El palacio era suntuoso. Realmente no era un palacio, si no una de las casas del Barrio de la Esperanza. Pero es que, en cualquier parte del mundo, las casas del Barrio de la Esperanza pasarían por palacios sin ningún problema. La planta baja era enorme, con un salón que sería cuatro ó cinco veces más grande que su oficina en el Barrio Portuario, que no era pequeña. Después del primer salón había otro, algo más pequeño, y además había una terraza también enorme, que daba a un jardín precioso con un estanque e hileras y más hileras de flores. En el primer salón parecían estar todos los invitados cuando Eunán llegó. Había sillas, sillones, algunas mesas para sentarse y charlar y algunos entretenimientos, como lo que parecía ser un cuentacuentos subido a un estrado en el fondo del salón. En el siguiente salón estarían las mesas para comer, y en la terraza... Pues más de lo mismo. Tampoco se podían hacer demasiadas cosas en estas fiestas.

Una mujer preciosa y con menos ropa de lo habitual se paseó a su lado y le ofreció una bebida que tenía muy buena pinta. Eunán la rechazó, pero se sirvió un buen vaso de agua fría. Casi estaban en invierno, pero el calor en Undistaíra nunca descansaba. La temperatura no era la misma que cuando Eunán llegó a la Colonia tres meses antes, pero seguía siendo más alta que la de Ivhen en verano. Eunán seguía teniendo que vestir con las ropas más fresquitas que tenía para evitar empezar a sudar.

Y ahora, con todo el mundo alrededor, seguramente haría más calor. Suspiró y se adentró en el salón. Al poco se comenzó a cruzar con conocidos: primero Neir Fa'Rikné y Sunú Fa' Sunú, comerciantes del mercado de piedras preciosas; después Anut Né, el dueño de varias galeras de carga que solía alquilar a los comerciantes necesitados; y así un sinfín de rostros familiares.

Entre todos ellos apareció el de Coryn Assym. Una pequeña seña bastó, y los dos se encontraron en la terraza, que aún estaba vacía. Coryn vestía como el político que era: una larga túnica blanca rematada de dorado en los puños y el cuello y de plateado en los bajos. Era la elegancia personificada; además, había que unirle su imponente altura y una planta envidiable. Tenía un gran futuro.

– ¿Todo bien? – preguntó Coryn, sosteniendo una copa elegantemente. Eunán asintió –. No esperaba encontrarte por la fiesta, Hus... Eunán – se corrigió –. ¿Qué haces aquí?
– Negocios – contestó Eunán –, exactamente lo mismo que tú –. Dio un trago a su vaso de agua –. ¿Atherr no te comentó que vendría?
– Hace un par de semanas que no hablo con Atherr –. Eunán asintió, mirando hacia atrás por si alguien les observaba. Nadie –. ¿A quién vienes a observar?
– A Zyruk, por supuesto. No podía perdérmelo.

– ¿Cómo va el oro?
– Bajo control. Por eso vengo a vigilar a Zyruk –. Coryn entrecerró los ojos.
– Ten cuidado, Eunán – le advirtió Coryn – No hago más que oír cosas malas de ese tipo. Ten a Ainesá preparado.
– Ya está al acecho – le tranquilizó Eunán –, aunque espero no tener que usarle por el momento.

– Por cierto, Hus... Eunán.. Necesitaré capital.
– ¿Cuándo?
– Para la próxima luna llena como tarde.
– ¿Cuánto?
– Unos cinco mil arkisks.
– Coméntaselo a Atherr. Lo tendrás en tu casa el mismo día que lo tenga registrado –. Coryn asintió, agradecido. Después se terminó lo que quedaba en la copa y miró al cielo durante unos instantes.

– Me encanta este sitio, Eunán – murmuró –. Lo prefiero cientos de veces al frío Norte. Aquí hay vida siempre.  ¡Siempre! – Respiró profundamente y después suspiró –. Volvamos al trabajo. Ya hablaremos, Eunán –. Eunán se despidió con un simple gesto.



Las conversaciones se sucedían una tras otra. Que si qué tal la familia, que cómo van los negocios, que si os habéis enterado del ataque pirata a no sé dónde, que si disturbios en el Barrio Espinoso... A Eunán estas fiestas le aburrían. Llevaba ya hora y media allí y no había hecho aún nada provechoso. Bueno, había hablado con Coryn. Y también había detectado a Ainesá por allí, pululando entre las sombras del jardín. Sabía que Serym estaría por allí, y también Saburmo, como buenos mercaderes que eran, el uno de las joyas y el otro de los muelles. Pero aparte de estos avistamientos, la tarde no había sido muy provechosa hasta el momento. Pero prometía mucho.

Eunán se armó con otro vaso de agua más y se zambulló entre la maraña de gente. Decidió que haría todo el trabajo en una hora para poder emplear todo el resto del tiempo en observar a Zyruk. Habló con varios oficiales portuarios y deslizó un par de monedas discretamente para garantizar la seguridad de sus envíos. Después habló con el vendedor de carros oficial de la ciudad y acordó la compra de otros veinticinco; inmediatamente después se hizo con sus respectivos animales de carga tras algo más de media hora de intenso regateo. Sin apenas pausa, se dirigió al encargado de las entradas para el partido de Sa-San de la semana siguiente y consiguió unas cuantas de las más caras.

No es que fuera el más apasionado de los aficionados al Sa-San, ni mucho menos. Pero Undistaíra era así: había que aparentar. En la colonia más corrupta de Avadur, y tal vez en el ambiente más podrido de toda Bardha,  aparentar era necesario. Y sobornar. Y amenazar. Y cualquier cosa. Por eso tantos mercaderes, políticos y demás personajes importantes de la vida pública Undistakiana acudían cada semana al Estadio de la Paz y la Lealtad y fingían que prestaban atención al juego:  porque a la gente le gustaba pensar que el Sa-San los igualaba a todos, que tanto los ricos como los pobres disfrutaban de lo mismo. Y los mercaderes les seguían el juego, porque lo único que perdían era comodidad: en vez de hacer negocios en sus casas, los hacían en los asientos reservados del mayor recinto deportivo de Avadur.

Al menos Eunán sí que sabía de qué iba el juego. Competían ocho hombres por equipo. El objetivo era meter una pelota de piel por unos aros de una altura de más o menos hombre y medio. Pero las reglas eran duras: se podía pegar, interceptar, empujar o agarrar al hombre del balón sin miramientos, aunque apenas se podía tocar a los que no lo llevaban. Era bastante frecuente que dos o tres jugadores de cada equipo acabaran el partido lesionados y teniendo que ser sustituidos, y no la noticia de la muerte de un jugador durante un partido no era un motivo de sorpresa. En semejantes deporte, el físico marcaba las diferencias, además de la inteligencia; justo lo que tenía Sahun Fa'Sahé, uno de los compañeros de Eunán en la misión. Tal era la importancia del Sa-San en Undistaíra que un infiltrado en el deporte podría influir en la opinión pública si la gente le apreciaba lo suficiente.

Así era Undistaíra.

Y a Eunán le gustaba. Le gustaba el frenesí de una ciudad en la que nunca había nada que se solucionase sin cientos de contratiempos. Le encantaba el juego de segundas, terceras y cuartas intenciones detrás de cada palabra. Le maravillaba la cantidad de oportunidades que un ambiente así ofrecía para el que fuera capaz de aprovecharlas. Y le empezaba a coger gusto al soborno y la amenaza y el chantaje y lo que hiciera falta.

Concluyó sus gestiones en la fiesta tras negociar un pequeño contrato para la compra de oro procedente de Ivhen con un comerciante menor al que conocía de su estancia en la nórdica colonia Eari. A partir de ahí, Eunán se centró en Korja Zyruk. Empezó por localizarle. No fue complicado: era el centro de atención de la fiesta. Ni siquiera tuvo que preguntar. Valía con escuchar las conversaciones de alrededor.

Korja estaba tumbado de lado en uno de los cómodos sillones del salón. Era un hombre imponente físicamente pese a no ser demasiado alto. Era ancho de hombros, con cejas enormes y una poblada barba negra que le cubría la mitad de la cara. Sus casi cuarenta años se notaban en unas incipientes canas y unas ligeras arrugas en las mejillas y la frente que le daban un aspecto más peligroso aún. Una cicatriz recta horizontal adornaba su frente, y, debajo de ella, unos ojos arrogantes, altivos y muy observadores no perdían detalle de todo lo que sucedía a su alrededor.  La mayor parte de los invitados todavía estaban de pie, charlando animadamente entre ellos, aunque muchos estaban posicionados en torno a Zyruk, disimulando que hacía otras cosas pero realmente estando mucho más atentos a él que a sus interlocutores. Al lado de Korja, otro número de mercaderes charlaban animadamente. Gritaban altísimo, insultaban y hablaban como querían, hacían lo que les daba la gana. Cuando una de las camareras les ofreció bebidas, uno de los compañeros de Korja le arrebató la bandeja de las manos, la depositó en una mesa bajita y forzó a la chica a sentarse sobre sus piernas, ante los vítores de todos los demás. Seguidamente, Korja y otro mercader le desanudaron las ya escasas prendas que cubrían sus pechos, dejándola desnuda de cintura para arriba. La chica pareció intentar soltarse durante un momento, pero desistió al poco. Los tres hombres comenzaron a manosearla de arriba abajo lasciva y lujuriosamente, mientras el resto animaba, vitoreaba y aplaudía.

Eunán frunció el ceño levemente. También ésa era Undistaíra. No todo podía ser bueno.

Observó a Korja Zyruk durante otro buen rato, mirando sus gestos, tratando de escuchar sus palabras, tratando de entender cómo pensaba y cómo actuaría en otras situaciones. Le vio hablar con sus amigos, le escuchó negociar con otros mercaderes, le observó mientras ordenaba a sus gregarios que hicieran esto o esto otro. La verdad es que parecía ser un hombre de lo más corriente para ser de Undistaíra. Y, sin embargo, había cosas en sus gestos...

Zyruk mandaba. Y mandaba de verdad. Es decir, se le tenía un respeto no reverencial, sino casi demente. Nadie cuestionaba lo que hacía o decía Zyruk, ni abiertamente ni de ninguna otra manera. Nadie cuchicheaba a sus espaldas. Y a él le encantaba. Cada vez que ordenaba algo, sus ojos brillaban al ver que se cumplía sin rechistar, fuera cual fuese la demanda. Su sonrisa no era nada tranquilizadora: era siniestra, dura, peligrosa, incluso sádica. Poderosa.

Eunán torció un poco el gesto y se alejó del gentío un momento. Salió al jardín, y se dirigió a una esquina. Allí esperaba, en la oscuridad, Ainesá. El jardín estaba bastante vacío: un mago estaba empezando una función en el salón, y la mayoría de los invitados estaban allí. Los que permanecían fuera no se sorprendieron. Al fin y al cabo, ellos estaban haciendo lo mismo: hablar con personajes de los barrios bajos y encargarles trabajos sucios.

Era otra más de las gestiones habituales en la colonia.

– ¿Ocurre algo, Hussin? – preguntó Ainesá, desde la oscuridad. Eunán esbozó una sonrisa a medias entre la melancolía y la diversión, y le miró largamente.
– No cambias, ¿eh? – se echó a reír. Ainesá permaneció inmóvil –. No serviría de nada decirte que me llamo Eunán Fa'Hael, ¿no?
– No – contestó escuetamente el asesino.

– Lo suponía – dijo Eunán. Hubo una ligera pausa –. Bueno, a lo que vamos. Tengo un encargo que hacerte –. Los ojos de Ainesá centellearon durante un breves momento.
– Zyruk – afirmó más que inquirió. Eunán asintió.
– Sí, Zyruk. Pero tómatelo con calma, Ainesá. No quiero que le mates aún. Quiero que le observes. Quiero que le sigas, que le persigas. Quiero que no te pierdas ni uno solo de sus gestos. Su vida tiene que serte más familiar que la tuya. Quiero que seas su sombra –. Ainesá torció el gesto ligeramente. Eunán levantó las cejas –. ¿Algún problema?
– Tienes a tus informadores para esos trabajos. Yo no he venido para espiar – le espetó el asesino, poniendo especial énfasis en la palabra 'espiar'.

– Te equivocas, Ainesá. Primero, porque te necesito. Mis informadores no son de fiar; tú, en cambio, tienes mi total confianza para este trabajo tan importante. Y segundo – prosiguió Eunán, pausando brevemente y hablando en tono amenazador, como sólo un antiguo miembro del Clan Tyasri podría hacerlo –, tú has venido aquí para hacer lo que Atherr y yo te pidamos, no lo que tú quieras –. Ainesá inspiró profundamente, a punto de hablar, pero se contuvo –. ¿Ha quedado claro?
– Sí, Hussin – contestó Ainesá, con alguna reticencia aún –. Así que observarle, ¿no? – Eunán asintió –. De acuerdo. Te iré informando cada semana o así. Y si tengo algo interesante te dejaré un aviso.

Con esas palabras se despidió. Trepó el muro del jardín con agilidad y sigilo, y desapareció entre las calles Undistakianas como el gato negro que muchas veces Eunán pensaba que era.
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Khram Cuervo Errante en 06 de Julio de 2010, 09:29
Tengo que releerlo, sin duda. Pero yo no pondría los gentilicios con mayúsculas...
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Wind_Master en 06 de Julio de 2010, 13:20
Cada vez se va poniendo más interesante ^^
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: master ageof en 06 de Julio de 2010, 22:35
Perfecto, Bardha continua.
Debo decir que manejas muy bien el lenguaje, así como las situaciones de espionaje y ese mundo. El capítulo mantiene el interés hasta el final.
Poco a poco vas introduciendo a nuevos personajes, y empiezo a estar deseoso de que empiece a haber follón xD
Título: Re: Buen Puerto
Publicado por: Blood en 10 de Agosto de 2010, 16:29
Me encantó, me parece interesantísimo.

Y como dicen por arriba, con ganas de que empieze el movimiento.
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