Recuerda [Relato]

[Arturo Griffin]

La noche abrazó el cielo con su negro manto, y las estrellas se desplegaron en el cielo, mientras la lluvia caía sobre la tierra y la brisa hacía ondear las ramas de los árboles.

- ¿Sabes, mi querido hijo?- Dijo Artorius a su compañero, un joven soldado que lucía las insignias de la legión- Dicen que las estrellas son las almas de los guerreros caídos en combate, guerreros que como nosotros lucharon, y sus espíritus ascendieron al cielo. Mira esa estrella de allí, según cuentan es Lorenzo Lupo, el héroe de la quinta.

Artorius era un hombre veterano. Debía rondar por los 55 años, pero se sentía con una energía que casi igualaba a los jóvenes. Pelo y barba canosos, ojos profundos y torturados. Nariz partida (según contaban cuando mató en duelo singular a un caudillo bárbaro). Numerosas cicatrices. Su armadura dorada le cubría el cuerpo, y las gotas de lluvia resbalaban sobre ella provocando un ligero y molesto ruido. El gladius hispaniensis descansaba colgando de una vaina con el símbolo del águila dorada, y el scutum junto al casco con cepillo estaban apoyados al lado de ellos, en el parapeto del muro.

- También cuentan que el peor momento de una tormenta es la calma que la precede. No saben cuanta razón tienen. Saber que tu fin está cerca, y aún así resignarse a permanecer en tu lugar, por aquellos principios que nos inculcaron... Miles de hombres han muerto ya, y su sangre riega estas tierras. Pero los bárbaros no pararán hasta matarnos a todos, y créeme, un día lo conseguirán.

Artorius había visto cientos de ocasiones como esa, y también como sus más allegados caían presos de las espadas enemigas...

Cerró los ojos y abandonó el campamento del norte de Italia por unos momentos, y sus sentidos se inundaron por el fuego de un hogar, una mujer que le besaba y unos hijos que le abrazaban. Cuánto había dejado atrás, pero sabía que de él dependía que eso siguiese vivo, y lo defendería con toda su alma.

La fría brisa de la muerte volvió a inundar sus sentidos, y el agua que descendía con fuerza sobre ellos empapó cada parte de su piel.

- Nuestro tiempo se acaba, hijo mío- Dijo, tras un largo rato de silencio en el que observaron los cientos de hogueras que se consumían al otro lado, en el campamento enemigo- Yo moriré pronto, pero tu vida quizá dure bastante. Sé que los dioses me han escogido para morir, y con mucha seguridad no pasaré de mañana.

El centurión sujetó de los hombros al que era su primogénito y le miró de forma profunda e intensa.

- Recuerda lo que te estoy diciendo ahora. Recuerda el ayer, recuerda a los héroes y vive para rememorar sus hechos gloriosos. Recuerda que, cuando mires a las estrellas en las noches como esta, sabrás que allí estaré yo, y que mi fuerza de voluntad está contigo. No te consumas en las llamas del olvido y la desesperanza- Los ojos se le iluminaron, y alzó la voz en las siguientes palabras- ¡Recuerda el ayer, pero sobre todo, vive para recordar!

Los tambores de guerra sonaron lejanos, y pronto se les unieron los cuernos. El anciano hombre recogió sus armas y echó una breve mirada a su hijo.

- Recuerda lo que te he dicho, y haz que me sienta orgulloso de ti.

Después, descendió las escaleras, hacia una muerte segura, y su joven hijo observó a un gran héroe marchar. En unas pocas horas, la persona que más respetaba y quería moriría, pero no lo haría en balde, lo haría por defender aquellos derechos de igualdad y libertad, y por esa tierra que era la suya.

- No- Se dijo, mientras luchaba para contener las lágrimas- No debo llorar, pues no hay nada de triste en el hecho de que un héroe exhale su último aliento tras una vida gloriosa y honorable. Padre- Se dijo, como juramento- Te recordaré, a ti y a todos los héroes- Echó una última mirada al cielo, donde descansaban sus ancestros, y abandonó el lugar sin mirar atrás.

[Superjorge]

breve, pero no está mal

[Memnoch]

¿Ya?