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Proyecto Bardha: De los Hádalin y su historia

Iniciado por freedom fighter, 22 de Septiembre de 2009, 22:33

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freedom fighter


De los Hádalin y su historia by Freedom Fighter is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.


Cosmogonía 0: "Del Origen"

Caos, el Padre, dominaba la Nada.
Orden, la Madre, gobernaba el Todo.

Esto fue así por eones.

Pero un día, la naturaleza oscura de Caos lo llevó a intentar apoderarse de la otra mitad de realidad también. Por supuesto, Orden no lo permitió, y sus voluntades chocaron con gran estruendo. Tal fue la magnitud de este choque, que la la Nada y el Todo fueron engullidos por la vorágine de fuego que se produjo. En el ojo de este tornado impetuoso se encontraban Padre y Madre, luchando. Entonces, sucedió una cosa que no debería de haber sucedido; ambos se tocaron. Eso es, se tocaron, entraron en contacto. Sus dos esencias se fundieron y, durante un ínfimo instante, se unieron en un sólo ser.

Pero esta unión iba en contra de la Ley Primordial, por lo que fueron repelidos con la fuerza de una titánica explosión. Este estallido fue tan tremendo, que fragmentó sus esencias y las extendió más allá del tiempo y del espacio.

Pasaron muchos eones más cuando el polvo estelar procedente de ambos comenzó a arremolinarse y se fue juntando poco a poco, mota a mota, dando lugar al Multiverso, compuesto a partes iguales por Orden y Caos en un frágil equilibrio.
Y toda la materia existente conserva aún esta proporción.

Y así como un trozo puro de Caos surgió de esa colisión, también lo hizo un trozo puro de Orden. Éste, a diferencia del de Caos, no halló un plano donde posarse hasta mucho tiempo después, pues ninguno era ideal para cumplir con su cometido: enfrentarse a Caos.

La esencia de Caos llegó al fin a un plano y allí se alzaron los tres Dioses de Caos, servidores acérrimos y directos de Padre. Y ese plano fue el origen de la Oscuridad, morada de las Lágrimas Negras. Y allí tomó cuerpo el deseo de Caos de volver a ser todos uno. Asimismo, allí nació el deseo de Madre de mantener el Multiverso.

Caos se extendió por el Multiverso, en su ardiente deseo de volver a ser uno con Padre. Y al fin Orden encontró un lugar donde poder materializar sus esencias.

El fragmento surgido de las entrañas de Madre llegó a un plano que empezaba a ser corrupto por Caos. Allí las esencias incorpóreas de Orden tuvieron que materializarse.

Muchas eran las diferentes conciencias de Madre, pero mínimo su poder. Tanto era así que cuando llegaron las primeras criaturas de Caos a ellos eran infinitamente superiores. Los negros secuaces de Padre, aún con un hambre voraz, empezaron a anular las esencias más débiles entre las débiles esencias de Orden, pues cuando una de las esencias puras de Caos entra en contacto con una de las esencias puras de Orden ambas esencias son anuladas, pasan a formar parte del Todo y la Nada, y dejan de ser una conciencia.

Y así, las muchas y diversas criaturas de Caos, nacidas de una de las Lágrimas Negras, fueron sacrificándose una a una para anular las débiles esencias de Orden, que aún no había tenido ocasión para adquirir poder.

Paulatinamente,  todas las esencias puras de Orden, menos tres, desaparecieron. Esas tres esencias eran las más poderosas entre las esencias de Orden, y también las últimas. Los Huines se arremolinaron a su alrededor, siguiendo el más primitivo designio de Caos, anhelando que Orden encontrara allí su fin.

Pero esas tres conciencias no pudieron ser anuladas por las Sombras, pues una poderosa luz blanca, refulgente, emergía de su espíritu incorpóreo, y las bestias que se les acercaban encontraron un fin temible. Al fin, los Huines comprendieron que nada podían contra un enemigo tan mortalmente superior y desistieron en su intento de enfrentarse a ellos.

Más tarde esas esencias de Orden fueron conocidas por el nombre de Nahary Mirat, las primeras y únicas esencias  que surgiendo directamente de Madre sobrevivieron, las de más poder y las únicas capaces de oír los designios de Madre. Designios que pronto les fueron comunicados:  

"Padre anhela volver a ser uno, y uno no debe ser. Debéis pues impedir que el hambre voraz de Padre se extienda por el Multiverso. Y ese es el motivo de vuestra existencia, y acorde con él debéis obrar."

Y así los Nahary Mirat, los Dioses de Orden, empezaron con su misión.    




Como cualquiera que lo lea habrá notado, he hecho un copiar y pegar de los tres primeros párrafos de Ubura de Wind (ya se lo dije por mp xD) pero debe entenderse que es para mantener la coherencia en el inicio, pues debe ser el mismo y no es posible crear un origen distinto para la creación de los Hádalin xD

Dentro de poco postearé la primera parte de la Cosmogonía de Orden en sí, con sus características diferenciales con Caos.

PD: Se agradecen críticas y comentarios, aunque mejor esperar  hasta que haya más desarrollado, pues es bastante corto el inicio, para no adelantar acontecimientos respecto a la Cosmogonía de Caos.

freedom fighter

Yo le pondría el color "coral" que es más suave. Y también separaría un poco más lo que es el relato del comentario final. ;)

Mensaje de Wind_Master

freedom fighter

#2
Cosmogonía I: "De los Nahary Mirat"


Los rayos del sol se escabullían por la agreste naturaleza que confeccionaba el jardín del templo. Hermosas rosas, claveles, acacias y multitud de otras flores crecían sin orden fijo, dando al jardín un aspecto más indómito y salvaje. Un camino serpenteante discurría paralelo a un arroyuelo que regaba las flores y plantas del jardín.
Un anciano, ataviado con blancas ropas, se encontraba sentado en una piedra, contemplando la majestuosidad del jardín. Alargó una mano cubierta de manchas para notar en ella el frío contacto del agua. Cerró los ojos mientras tomaba una gran bocanada de aire. Oía el cantar de los pájaros, el ulular del viento, el discurrir del arroyo...

Abrió los ojos y se levantó pausadamente. Enfiló el camino de vuelta al templo, pues era hora de seguir con su obra en el templo. El templo y el jardín se encontraban en una pequeña isla ubicada en el estuario de uno de los ríos más caudalosos. Ya a lo lejos era posible divisar el gigantesco templo, confeccionado con blancos bloques de mármol. Era un edificio imponente, de un color blanco impoluto, que se alzaba con dignidad por encima de los árboles. En la entrada había dos grandes puertas de color oro bruñido, guardadas por tres estatuas.

La primera representaba a Nienna, Dadora de Vida. Esculpida en su forma corpórea más común, era una mujer de belleza encomiable. Alta y esbelta, con los cabellos de color ámbar amarillo, la piel pálida y blanquecina como si nunca la hubiesen rozado los rayos del sol, los ojos grises y penetrantes y las facciones delicadas y hermosas. Vestía una túnica alargada, de color blanco, que llegaba hasta los pies, con ribetes color oro aquí y allí. Un aura de poder la rodeaba, tanto era así que cualquiera que la viese, fuese de la raza que fuese, quedaba prendido de su belleza. Nienna era para los acólitos de Orden la viva imagen de Madre, y creían que entre los Dioses que habían nacido de ella era la que más se parecía, pues Nienna era la única entre las esencias de Orden capaz de crear nuevas esencias. De ella nacieron los Hádalin, los Hijos de Madre.

La segunda estatua, que se erguía entre ambas puertas, representaba a Man'asan, Azote de Caos. Esculpido en piedra grisácea era la viva imagen del poder y de la fuerza. De espaldas anchas, brazos grandes y fuertes y robustez admirable, había surgido de la parte más beligerante de Madre. Su rostro estaba cubierto por una barba mal cuidada, unos ojos crueles y sedientos de sangre y unas facciones muy habituadas a la ira y la cólera y poco a la alegría. Empuñaba la poderosa Angthun, mil veces maldecida por los Huines. Fue el peor enemigo de Caos durante su estadía en el plano material. Madre le otorgó una fiereza sin igual y el máximo conocimiento sobre forja de armas.

La tercera y última estatua era la viva imagen de Tung'amon, el Sabio. Su aspecto era el de un anciano, con unos cabellos largos y blancos, unos ojos hundidos y un rostro cubierto por las arrugas. A él Madre le había otorgado una concepción del Multiverso mucho mayor que la de los demás.

El anciano apretó el paso y entró por la puerta de la izquierda, la que estaba custodiada por Nienna y Man'asan. Esa puerta conducía al recinto sagrado, lugar vetado para cualquiera que no hubiese hecho los votos sagrados. La puerta de la derecha, custodiada por Man'asan y Tung'amon conducía a un gran espacio casi vacío, dónde había tres estatuas parecidas a las de la entrada y diferentes lugares para rezar. Era el lugar donde iban a rezar los feligreses, que nunca iban en gran número. La fe verdadera se estaba perdiendo allí.

El anciano aligeró el paso y travesó con soltura el pasillo al que daba la puerta de la izquierda y llegó a la sala oval. Ésta era una sala recubierta por multitud de tapices en los cuales se representaba El Origen. El anciano no les dirigió ni un vistazo, pero a su mente se agolparon las imágenes de los tapices. Llevaba mucho tiempo estudiándolos, extrayendo de ellos todo cuánto fuese útil para su obra, la que sería la más basta referencia sobre Orden en todo el mundo.

Al final de la sala oval había dos puertas de color negro como el ébano. Se dirigió a la de la derecha y entró en la biblioteca. Allí había infinidad de libros, eran tantos que difícilmente un mortal podría llegar a leer la mitad en toda su vida. En el medio de la biblioteca había dos alargadas mesas que estaban ocupadas por unos cuantos sacerdotes. El anciano travesó la gran biblioteca para llegar a su estudio particular. Allí había una mesa repleta de pergaminos y una pequeña pluma. Se acomodó en la silla y tomó un pergamino en blanco. Jugueteó con la pluma ya manchada de negra tinta. Era la hora de seguir con la obra. Sabía qué debía escribir, ahora sólo faltaba juntar el valor necesario. El pasado, siempre lejano pero a la vez doloroso, se negaba a ser escrito. El anciano luchó para reprimir el dolor que le oprimía el pecho al evocar ese pasado. Dejó la pluma a un lado, pues aún no estaba preparado, y cogió uno de los muchos pergaminos que había desperdigados sin orden aparente. Empezó a leer lo que había escrito días ha.

"Del origen de los Nahary Mirat poco sabemos, pues no hay testimonio alguno que lo explique. Todo nuestro saber sobre el Origen se basa en interpretaciones de las visiones que algunos sacerdotes sufren gracias a las deidades. Por ese motivo en esta obra no se hablará de forma extensa sobre el Origen."

"Lo primero de lo que tenemos constancia sobre los Nahary Mirat es que son tres. El primero de ellos es el único capaz de generar vida, aunque quizás esa palabra no sea la más adecuada, pues los Hádalin, como se explica con posterioridad, no pueden morir. Por ese motivo se le atribuye al primero de los Dioses el género femenino, pues los mortales relacionamos la vida con las mujeres. Obviamente es una atribución injusta, pues los Nahary Mirat no tienen necesidad de sexualidad."

"Al segundo de ellos se le atribuye un carácter beligerante y poderoso, no sabemos a partir de qué indicios. Puede que de las tres esencias la suya fuese la que más aterrorizase a los Huines, o simplemente que los mortales buscamos ser identificados con nuestros Dioses para verlos así más próximos a nosotros."

"El tercer y último es del que menos se habla, pues pocos saben cuál es su aportación en el mundo. Lo que está claro es que aun desconociendo esa aportación, siendo como es vástago de Madre, es una aportación necesaria y para nuestro bien. Se lo conoce como Sabio, pues así lo tildaron los hombres ignorantes, que al desconocer su función creen que es alguna cosa que no serán capaces de comprender. Ahora bien, cualquiera de los Nahary Mirat es más sabio que cualquier mortal, así que esa caracterización diferencial quizás no sea tal."

"Mucho se habla de los Nahary Mirat, pero lo cierto es que la mayoría son conjeturas, lo único que tenemos por cierto es lo escrito un poco más arriba. Lo que sí sabemos, o creemos saber, es qué hicieron durante su corto paso por el mundo material y por qué lo abandonaron."

"Cuando despertaron después del Origen, los Dioses oyeron el designio de Madre, y empezaron a llevar a cabo el propósito por el que habían sido creados. Se extendieron por el Multiverso y combatieron a los vástagos de Padre. Pronto, empezaron a entender la naturaleza de esos enfrentamientos. Descubrieron que las esencias de Madre jamás deberían tocar a las esencias de Padre, pues si así ocurriese, ambas dejarían de existir, y pasarían a formar parte del Multiverso. Y cuando descubrieron eso, que su existencia podía encontrar su fin en las criaturas de Caos, aun en la más débil, sintieron miedo. Quizás no sea la mejor palabra para describirlo, podríamos decir que Madre, en su eterna sabiduría, hizo nacer en lo más hondo de su ser el deseo de alejarse de todo, pues los Nahary Mirat eran y son las más poderosas manifestaciones de Orden y jamás deben desaparecer. Y por eso tomaron una decisión."

"Por primera y única vez en la Historia que conocemos, los tres Dioses se separaron, siguiendo un propósito que sólo podemos suponer. Vagaron, veloces, entre los diferentes mundos durante años."

"Por donde pasaba Man'asan nacieron pueblos beligerantes, pero a la vez nobles. Las criaturas que allí encontraron su origen eran, en su mayoría, altas, fuertes y vigorosas, que no temían a nada. Esos pueblos empezaron a adorar a una deidad que recibe diferentes nombres, pero que siempre representa la imagen de un ser poderoso y fuerte, siempre dispuesto a defender el honor y a recibir la sangre del enemigo."

"Por donde pasó Nienna unas criaturas encontraron su nacimiento, o su origen, pues eran seres inmortales y siervos de Orden, los Hádalin, de los que se hablará reiteradamente en este escrito. Estas criaturas pronto dejaron el mundo donde nacieron para expandirse por el Multiverso, con el único objetivo de hacer frente a Caos. Los pueblos que surgieron después recordaron a Nienna y veneraron a la naturaleza, considerándola Madre de todo."

"El paso de Tug'amon por el Multiverso no dejó grandes cantidades de feligreses a un ente que se le asemejase. Su paso fue discreto y pocos fueron los que se percataron de su llegada."

"Años después se volvieron a juntar por última vez en el plano material. Habían cumplido con su cometido. Habían creado un fuerte vínculo entre los diferentes pueblos y Orden, aunque la mayoría no supiese que su Dios no era otro que una de las muchas facetas de Madre, y habían creado siervos más poderosos que los mortales que podían enfrentarse a Caos, y que eran prescindible."

"Sólo un cometido les quedaba ahora antes de abandonar el plano material e ir a un lugar... mucho me temo que mi calidad como escritor no me permite describir ese lugar que nos está vetado a todos, aun a los más fieles servidores de Orden."

El anciano dejó los manuscritos y tomó de nuevo la pluma.




Bueno, ya he puesto lo de la licencia al principio del hilo, que he visto que muhcos lo hacíais y lo recomendabais, y aquí está la segunda parte de la Cosmogonía. Agradecería cualquier crítica constructiva ;)

freedom fighter

Ya te lo he dicho, me gusta como se va desarrollando esto. Vamos a ver si alguien más comenta.

Mensaje de Wind_Master

Wind_Master

Cuidado con el formato del primer post, pues parece que no coincide con 106. "

[/align]
[size=14]Cosmogonía 0: "Del Origen"[/size]"
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.


Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.




<- Este huevo dragón es legendario

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Cita de: Wind_Master en 22 de Septiembre de 2009, 22:53
Cuidado con el formato del primer post, pues parece que no coincide con 106. "

[/align]
[size=14]Cosmogonía 0: "Del Origen"[/size]"

Mañana me pondré a ello más detalladamente xDPor ahora puse un color que no es del todo feo y un tamaño normal del texto xD

freedom fighter

Cosmogonía II: "De Larckan"

"En los tiempos de los que hablo la gran ciudad de Maha crecía, orgullosa  y altiva, en las costas del río Tir. Las calles estaban pavimentadas, los edificios se alzaban altos e imponentes, las altas murallas recubrían la totalidad de una ciudad enorme. Pero lo que más destacaba en esos tiempos era el Templo de Orden, blanco como la cal refulgía como con luz propia.

Para ese entonces yo era un joven, o quizás no tan joven, sacerdote de Orden. Hacía poco que había empezado y superado mis estudios como novicio, y por ese motivo comprendí qué sucedió y puedo ahora narrarlo, pues todos los sacerdotes coetáneos a mí yacen bajo tierra.

Todo empezó en un día soleado y de mercado. Las calles estaban abarrotadas de gente, ataviadas con ropajes de fina seda para soportar mejor el ardiente verano. Los mercaderes ya se estaban posicionando en sus respectivos lugares y empezaban a vender a gritos sus mercancías. El puerto fluvial bullía de actividad: navíos de pesca salían constantemente y luchaban contra la corriente para conseguir un muy codiciado pescado mientras que otras embarcaciones, con remeros éstas, subían por del río para comerciar con los asentamientos que se establecían río arriba

En esos momentos de bullicio general un jinete que llevaba a su montura al límite llamó la atención a los centinelas de la puerta oriental. Éstos tensaron las ballestas y colocaron una saeta, aunque no creían necesario usarla, pues sólo uno era el que se acercaba, y ni siquiera sabían si era con intenciones hostiles o no. Cuando le pudieron examinar el rostro de más de cerca, bajaron inmediatamente las armas y salieron al encuentro del jinete, pues lo reconocieron como hijo de uno de los sacerdotes de Orden y explorador de respetable reputación.

Cuando llegó a las puertas desmontó, pues su caballo estaba exhausto. Cogió otro que le tendieron, y, sin dar explicación alguna, emprendió de nuevo el galope hacia el Templo de Orden. Los soldados, que no sabían qué sucedía, optaron por seguirlo. Éste recorrió las abarrotadas calles de Maha tan rápido como le permitieron y cruzó el puente que separaba la ciudad del Templo. Una vez allí, consiguió llegar ante el Sumo Sacerdote, y contó lo que había visto y el destino que había corrido su expedición.

Emisarios a caballo salieron de la ciudad hacia los pueblos colindantes, llevando consigo negras noticias. Noticas que, obviamente, no tardaron en llegar a todos los ciudadanos. El pánico cundió. Los que pudieron se encerraron en sus casas y sólo salieron para ir al Templo a rezar, los que no, se escondieron en los más oscuros agujeros de la ciudad, ansiando pasar desapercibidos.

Dos días después de la llegada de las noticias, se atrancaron las puertas de la ciudad. Nadie entró ni salió desde entonces.

Todos los hombres capaces de empuñar un arma fueron reclutados, aunque todos en el Templo sabíamos que eso era un vano intento para hacer frente a lo que temíamos que se aproximaba. Todos y cada uno de los Sacerdotes nos pasábamos los días en el Templo, rezando por la ayuda de Orden.

Pero nada sucedió y en lontananza se divisaron las primeras manchas oscuras, los Huines. ¿Había llegado el momento de que nuestro mundo sucumbiera a Caos?  Los soldados, valerosos, se situaron en las murallas, armados con ballestas, arcos, espadas y demás armas. Los diferentes contingentes estaban al mando de un capitán. Uno de ellos no era otro que nuestro explorador, al que llamaremos Arth.

Una lluvia de saetas cayó, furibunda, sobre las huestes enemigas. Los soldados tensaron de nuevo sus armas y se dispusieron a disparar de nuevo. La masa informe de criaturas de Caos avanzaba sin remedio. Otra oleada de saetas. Nada sucedió. Los Huines siguieron avanzando.

Arth ordenó a su compañía desenfundar las espadas, pues ya estaban llegando a la muralla. Cazuelas con aceite hirviendo fueron volcadas antes de que las espadas fueran usadas, pero tuvieron el mismo efecto que las saetas.

El enfrentamiento llegó a las murallas, que fueron superadas por los Huines como si de una mera valla se trataran.

Tras nada más que unos minutos de enfrentamiento en las murallas, se dio la orden de retirada, pues eso era una matanza. Los cuerpos de los soldados yacían, destrozados, descuartizados, aquí y allí. Muchos soldados vieron en la huida la única solución, pero erraron. Todos murieron. Los soldados iban retrocediendo hacia el Templo, en un vano intento de evitar que los Huines llegaran a él.

La ciudad fue destruida, las mujeres y niños asesinados. Las imponentes casas caían irremediablemente. La destrucción estaba próxima.

Arth, quizás bendecido por Man'asan, resistió y consiguió parapetar a sus exiguas tropas ante los muros del Templo. Los Huines habían detenido parcialmente su marcha, pues estaban distraídos destruyendo la ciudad y parecía que el Templo les inspiraba cierto temor.

Arth aprovechó los escasos instantes de respiro para organizar sus tropas. Apenas contaba con una treintena de soldados, y bien sabía que ni con tres mil podría detener a los Huines. Examinó el rostro de todos los soldados, y entonces habló.

- No sobreviviremos a esta batalla.- Fue lo primero que dijo, con una expresión decidida en el rostro.- Nuestro enemigo es infinitamente superior a nosotros. Pero vamos a luchar.  Aunque pudiésemos huir, moriríamos. Así que, ¿Quién niega la oportunidad de morir luchando antes que hacerlo agazapados en un oscuro rincón?- Dijo, con un brillo feroz en los ojos.- Sus hombres nada dijeron, pero sabían que ése era su último día.

- Lo que haremos será defender el puente tanto como sea posible, retrasando la llegada de los esbirros de Caos al Templo.

- Señor, ¿de qué iba a servir? Por lo que hemos visto, no existe un obstáculo insalvable para esos engendros. Tanto da que defendamos el puente o no.

- Cierto. Pero como nos resultaría mucho más difícil defender el río, veo más factible la defensa del puente.

A una orden suya los hombres cogieron sus lanzas y se colocaron en formación de media luna alrededor del blanco puente. Él mismo, ataviado con una blanca armadura manchada de su propia sangre, se colocó en el centro mismo.

Los rayos del sol caían ahora perpendiculares y todos tenían el rostro empapado. Algunos de los hombres sollozaban quedamente, pues aun desde donde estaban podían oír los escalofriantes gritos de los ciudadanos de Maha.

Al fin los Huines se dispusieron a acabar con el Templo. Una masa oscura se acercó, lentamente, hacia el río. Un soldado, con el rostro descompuesto, rompió filas y huyó, aterrorizado. Los demás ocuparon su puesto. Las lanzas estaban en ristre, dispuestas a intentar travesar lo que no podía ser travesado.

Una criatura venida de un plano ajeno al nuestro fue la que encabezó el ataque. Era enorme y oscura, totalmente oscura. Tanto era así que cada paso que daba hacia ellos les oscurecía un poco más. Algunas lanzas empezaron a temblequear a causa de la mano que las empuñaba.

La mole dio otro paso y emitió un gorjeo. Arth tragó saliva. Muy a su pesar, estaba aterrorizado. El ente avanzó otro paso. Llegados a este punto, Arth, sumido en un éxtasis inexplicable, arrojó con fuerza su lanza en dirección a lo que debería ser el pecho de la criatura. La pesada lanza atravesó la negrura y quedó allí, profundamente clavada. Otros soldados siguieron su ejemplo y arrojaron sus lanzas.

- Recordad, soldados, que pase lo que  pase en este mundo, tanto si somos sometidos a crueles torturas, habrá algo esperándonos más allá, y se nos recompensará por nuestro valor.- Dijo en un vano intento de levantar el ánimo de sus soldados. No lo consiguió.

Un soldado cayó desplomado en el suelo, víctima del miedo. Otros lo siguieron. Cada vez las fuerzas eran más exiguas. Arth tenía los dedos prietos en torno la espada. Una furia sobrenatural empezó a invadirle. Sus ojos chispearon.

De súbito, echó a correr hacia la negrura, seguido de cerca por sus subalternos. La negrura los engulló, y yo sólo distinguí a ver el centellear de una espada plateada, seguramente la de Arth

Todos los sacerdotes, que tenían la vista puesta en el escalofriante espectáculo, sabían que su hora había llegado. La mayoría, a sabiendas que ya nada podían hacer, decidieron salir y defender el Templo con sus vidas. Y así lo hicieron.

Unas figuras vestidas de blanco salieron de la gran puerta  del Templo y se plantaron ante ella. No iban armados más que con su inquebrantable fe, pues los que ya la habían perdido yacían ahora muertos.

Lo que sucedió entonces no puede describirse más que con la palabra milagro. El cielo se despejó y los rayos del sol iluminaron el Templo, que empezó a refulgir con ardiente furia. La blanquecina luz fue creciendo y creciendo en intensidad. Y en ese momento, en mitad de la fulgurante luz, hubo un destello terrible. Todos quedamos momentáneamente cegados. Las abominaciones de Caos retrocedieron, asustadas. Y de esa luz surgieron los Nahary Mirat.

Tres blancas esencias de un poder sin parangón en el plano material. Eran informes, pero aún así yo sabía que eran ellos. Nuestras súplicas habían sido escuchadas. Las esencias de Caos, al notar la poderosa presencia que les hacía frente, huyeron hasta los confines más recónditos de ese mundo, escondiéndose. Los que no lo hicieron, sucumbieron.

Los sacerdotes se postraron ante las esencias, llorando. Sólo uno no lo hizo. El sacerdote avanzó, lentamente, hacia el puente, donde ya no había rastro de los Huines, pero sí encontró el cadáver de su hijo, Arth.

Estaba en el suelo, rodeado de los suyos, sin ninguna herida aparente más que unos cortes aquí y allí. El sacerdote acunó su rostro entre sus brazos mientras sollozaba quedamente. El pesar lo invadió y no pudo sentir la felicidad que parecía embargar a todos los supervivientes. En ese preciso instante, una de las esencias de Orden tomó forma humanoide. Era Nienna, que había tomado la forma de la mujer más hermosa que jamás haya podido existir. Se acercó al hombre y contempló el cadáver inerte. Detrás suyo aparecieron los otros dos Dioses, ahora también con forma humana.

El sacerdote alzó la vista y contempló a sus Dioses. Nienna alargó un fino dedo hacia Arth y le rozó el rostro. Abrió los ojos, momentáneamente revivido. Pero Nienna no lo había hecho con la idea de hacer resucitar al hombre. No. Eso iría en contra de uno de los principios de los Dioses, que pretendía dar libre albedrío a los seres mortales. No podía revivir a los muertos a su antojo.

Tug'amon se acercó y con voz fina ordenó a Arth que se arrodillase. Éste, todavía febril y débil, tardó en entender lo que le estaban pidiendo. Poco a poco hincó una rodilla en el suelo.

Arth se arrodilló como mortal y humano. Los Dioses le travesaron su cuerpo mortal, uno a uno, y desaparecieron para siempre. El que se alzó entonces fue conocido como Larckan, Dador de Vida, Poseedor del Don, Azote de Caos, Líder del Orden.

Arth murió aquel día, pues Larckan no era Arth. Pero su sacrificio sirvió para que de él se alzase el más poderoso siervo de Orden en el plano material.

Y así, los Nahary Mirat concluyeron con su misión en el plano material, dejando tras de sí lo suficiente para que Caos pudiera ser combatido. No volverían jamás al plano material, al menos hasta que no llegue el Día."

El anciano dejó la pluma a un lado y apartó los pergaminos. Ese día celebraba la muerte de su hijo en manos de Caos.       





Bueno, aprovechando la actividad creciente en el foro aprovecho para postear la siguiente parte de la Cosmogonía, que pude terminar ayer que saqué un ratito libre xD

En primer lugar me gustaría explicar un par de cosas, que no sé si se entienden o no. Una de ellas es el cambio de la narración al explicar la caída de la ciudad y la caída del puente. En el primer caso se narra de forma rápida y vaga, básicamente porque el autor no está allí para ver qué sucede, el segundo está narrado con más detalle, que es explicable porque pasa a las puertas del Templo y porque el sacerdote no está haciendo otra cosa que explicar la muerte de su propio hijo.

Luego, la creación de Larckan quizás parezca algo inesperada, pero fue lo que se me ocurrió xD No podía hacerla como la de Harkan, porque ésta se basa en la codicia, la ambición y la corrupción de una alma humana, mientras que la de Larckan, en teoría, se amolda al guerrero, no lo pervierte.

Por último, lo de la muerte de Arth, debe entenderse que para el padre (el narrador) Arth murió, pues se convirtió en algo ajeno a lo que era.

Espero críticas ;)

Wind_Master

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freedom fighter

#8
Cosmogonía III: "De los primeros días de Larckan y la naturaleza de los Hádalin"

El anciano abrió lentamente los ojos y se encontró con la clara y resplandeciente luz del amanecer. Emitió un quedo gemido, pues los rayos, aun incidiendo oblicuamente en él, dañaban sus ojos, no acostumbrados a esa claridad. Raudo, un joven sacerdote que había por allí corrió los cortinajes de terciopelo, dejando la cámara en una tenue y agradable penumbra.

Con gesto medido el anciano se incorporó. El joven murmuró unas palabras, diciéndole que debía descansar, pero el anciano hizo caso omiso de sus objeciones. Llevaba demasiado tiempo en cama, y ya no se notaba febril como antes. Con un ligero ademán le pidió agua. El joven se apresuró a traerle un pequeño cuenco con agua. Los labios agrietados del anciano sorbieron el agua con fruición. Una vez saciado, se puso en pie, tambaleante.

-   No deberíais levantaros, sumo sacerdote. Aún se notan en vos las consecuencias de la enfermedad que os asedió durante semanas.
-   Pamplinas.- Repuso el anciano, negando con un ademán.- Si llevaseis más tiempo conmigo me temo que no os hubiera extrañado esa enfermedad que me asaltó.- Y era cierto. Cada vez que se cumplía un año de la conversión de su hijo le achacaban esos dolores que tan bien conocía y debía quedarse en cama. Pero siempre se acababa recuperando.

El joven, viendo la determinación del anciano, le tendió un brazo para ayudarle a salir de sus aposentos. Una vez fuera, se dirigieron a la biblioteca, pues el anciano notaba la apremiante necesidad de escribir sobre su hijo, pues al fin había podido poner la primera palabra y las demás pugnaban por salir, a raudales.

Cuando llegaron a la biblioteca, el joven se esforzó para convertir la butaca del anciano lo más cómoda posible colocando sendos cojines de seda. Una vez el anciano se encontraba sentado el joven se despidió y volvió a sus quehaceres, que habían sido largamente interrumpidos por la enfermedad del anciano.

Entretanto, el anciano cogió con firmeza una pluma y la mojó con la negra tinta. Delante de él había un pergamino amarillento que pronto sería rasgado con el leve punzón de su pluma.

"Larckan, tras la partida de los Nahary Mirat, cayó en una profunda enfermedad. El Sumo Sacerdote de orden, el único superviviente al caos que ya hemos descrito, lo llevó al Templo, donde lo cuidó y procuró su bien.
La enfermedad de Larckan, de lo más insólita, no era mortal, de eso estaba seguro el Sumo Sacerdote, pues había sido bendecido por los Nahary Miratt, y éstos jamás permitirían que el blanco de sus dones sucumbiera por una mera enfermedad mortal. Así que creyó, acertadamente como se vio después, que era una especie de transición necesaria, y que, por tanto, al despertar, Larckan se alzaría como el ser más poderoso del Multiverso. (Claro está que en esa época no se conocía al antagónico de Larckan, Harkan, pero eso es otra historia).

Fueron siete los días que Larckan estuvo postrado en cama, aquejado de altas fiebres y lacerantes dolores. Cuando, al séptimo día, abrió los ojos, el Sumo Sacerdote sabía que el ser al que estaba mirando era, sin lugar a dudas, el elegido de los Nahary Mirat. Es imposible describir qué cualidades ostentaba ese ser, pero era claro para el Sacerdote que había en él algo de místico, de sobrehumano, de... ¿divinidad?

Larckan, cuando despertó, decidió quedarse un corto período de tiempo en el Templo, pues quería, antes de cumplir con su misión, ser conocedor y dominante de los dones que le habían sido otorgados. Y así fue, gracias a esa decisión, que hoy en día conocemos ciertos aspectos de Orden que de otra manera nos hubieran pasado desapercibidos.

Es gracias a las enseñanzas de Larckan que conocemos la existencia de las Esencias. Las Esencias son las criaturas, o los entes, más débiles que Nienna ha dado a luz. Son invisibles a ojos mortales, que no a los ojos de los siervos de Orden. Según la descripción de Larckan son meras esencias amorfas, semejantes a un resplandor blanquecino que sólo es visible para los ojos que han sido bendecidos con los dones o bien para las esencias puras de Orden.

Estas Esencias son las criaturas más abundantes de Orden, y se encuentran donde sea que se mire, siempre y cuando uno pueda verlas, que no suele ser don común. Aun siendo tan abundantes, su poder es limitado. Son conciencias simples que no tienen finalidad alguna en sí mismas, sino que dependen de una conciencia "superior". Esa conciencia de la que hablamos puede ser cualquier siervo de Orden más dueño de sí mismo que la Esencia, y aquí encontramos como máximo exponente a Larckan.

Estas conciencias, empero, no tienen porque obedecer a esa conciencia superior, sino que en ellas está el poder de unirse entre sí, entre diferentes Esencias. Y mediante este proceso es como muchas consiguen formar una conciencia más poderosa y visible para los ojos humanos, convirtiéndose así en otras criaturas de Orden que son detalladas más adelante.

La principal función de estas Esencias, según las enseñanzas de Larckan, es convertirse en ideas, intenciones, pulsiones, que tendrán como objetivo incitar a los humanos u otras criaturas vivas a realizar acciones en favor de la causa de Orden.

Claro está que estas Esencias no son capaces de convencer de algo que la persona se opone rotunda y radicalmente a realizar. Pero aun así su poder no es desdeñable.

Volviendo ahora a la unión de las Esencias, cabe tener en cuenta que cuando esto sucede la Esencia deja de ser sierva de la criatura de Orden para convertirse en un ente propio, no muy poderoso, pero sí con conciencia propia. Estos seres son amorfos y el ojo humano sólo los distingue por un débil, o fuerte, dependiendo del ente, resplandor blancuzco que los identifica. No tienen la función de impeler a alguna criatura a hacer alguna acción, sino que únicamente son un paso intermedio entre las Esencias, las criaturas con menos poder de Orden, y las criaturas propiamente dichas, que son de lo más variopinto pero tienen una morfología más definida y un poder y conciencia destacables.
Lo único que estos entes intermedios son capaces de aportar a la causa de Orden es la neutralización de criaturas de Caos de similar poder, pues de otro modo estos entes no lograrían acercarse lo suficiente a las esencias de Caos como para hacerlas desaparecer.  




Bueno, no es nada del otro mundo, pero siguiendo la estela de Reactive, posteo esto. Decir que la idea de las Esencias venía un poco para ponerlas en contraposición a los Huines de más baja "casta" de Wind y que eso de influir en la conducta se me ocurrió cuando "estudiaba" las pulsiones de Thánatos y de Eros de Freud (o algo así, vaya xD).

Si os parece una estupidez o algo, decíis y lo cambio, que ya digo, se me ocurrió así de repente y me gustó la idea xD.

Wind_Master

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<- Este huevo dragón es legendario

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