Taberna

[Memnoch]

La taberna por fin, alabada sea... ehh... ¿en ese antro de mala muerte voy a dormir, beber y hacer esas cosas que las personas tienen que hacer algunas veces al día yo? En fin. La vocación. Todo por la vocación. Podría ser peor, podría llover.

Dejo a mi caballo en la puerta, pero sin amarrar. Tampoco va a ir muy lejos después de la paliza que se ha pegado. Me acerco a su oído, le susurro algo con delicadeza acompañada de una caricia en la crin y entro por la puerta del edificio.

- Hola... ¿hola?

[Khram Cuervo Errante]

Te atiende un fornido tabernero que lleva el mandil más impoluto que hayas visto. Es recio, sin ser gordo y aún se ven en sus brazos el signo de unos músculos bien entrenados.

- Buenas, caballero - su tono es demasiado reticente y te mira de forma demasiado inquisitiva. - ¿Qué se le ofrece?

[Memnoch]

- Ehh, bueno... supongo. Acabo de llegar al pueblo ahora mismo y voy a necesitar alojamiento, no sé para cuanto tiempo en realidad, ¿es buena su cerveza? Bueno, eso ahora no importa... necesito algunas indicaciones, estoy buscando el Templo de Brishna y me gustaría dirigirme allí de inmediato, luego volveré y, oiga, ¿su cerveza es buena? En fin. Si puede ayudarme se lo agradeceré.

[Khram Cuervo Errante]

El posadero vuelve a mirarte de reojo mientras termina de limpiar una jarra. La deposita sobre la mesa con brusquedad y utiliza un tono que bien podría haber sido el de un caudillo bortai.

- Mi cerveza es la mejor. Si quieres alojamiento y comida serán dos bronces al día. Si no los tienes, puedes cazar para mí. Te prepararé tu ración, me quedaré con el resto para los clientes y tú podrás dormir en alguna de las alcobas de arriba.

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- ¿El templo de Brishna? Sal de la taberna y bordéala. Sigue la calle ancha que lleva a la plaza y crúzala. Verás un campanario. Bajo él se sitúa el templo de Brishna. Pero ten cuidado. Los ruganitas tienen su abadía justo al lado y no están contentos.

[Memnoch]

- No se preocupe buen hombre, le pagaré de buenísima gana. Aunque tampoco sé lo que iba a cazar si hiciese falta... aunque si sabe usted cocinar resfriados ha dado con el individuo adecuado: los cazo, los pesco, prácticamente me saltan al cuello en cuanto me ven, deben sentir al verme lo que yo al ver esta maravillosa posada. Mi caballo está fuera, ¿se ocupará de que esté bien atendido, si es tan amable? Estará más cansado que yo, tanto tocotó, toco... bueno usted ya sabe, qué no sabrá de estas cosas. Es usted muy amable. Luego volveré, acepte usted esto como adelanto.

Mis bolsillos, las monedas... aquí... no, aquí no; allí... bien, aquí están. Pongo sobre la mesa una luna de plata y tras eso, me despido cordialmente y salgo de allí. Una vez fuera me dirijo al templo de Brishna, con paso renqueante y no muy vigoroso, pero constante.