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Buen Puerto

Iniciado por Reactive, 22 de Septiembre de 2009, 23:22

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Reactive

Cita de: Reactive
Atherr le miró incrédulo. Eunán se sintió casi intimidado, como cada vez que su compañero le miraba fijamente. Porque si había algo realmente curioso de Atherr eran sus ojos: uno verde fuego y el otro azul cielo. Una mirada de mago, pese a que él no era uno.

¿Verde fuego?, ¿no querras decir rojo fuego?

De momento nada más, ha sido un poco lento esta parte así que me esperaré al siguiente post (porque me da que se va a encontrar con Korja Zyruk) y por cierto, ¿Cómo sabe que es el que controla el comercio del hierro?, el oficial portuario no se lo ha dicho.

Reactive

Master Ageof

Muy bien. La historia continua y comienzan a desvelarse nombres que, intuyo, será muy importantes en la trama.

Se empieza a dislumbrar el argumento, aunque sólo sea por sus sombras. Nuestro amigo Hael no es lo que parece, y aunque eso ya lo sabíamos, ahora, al saber un poco más sobre él y la gente con que se trata, las dudas crecen y dan misterio, y eso es muy bueno.
Sobre el ritmo, quizás sea un poco más lento que antes debido a las formas protocolarias de los diálogos.
Hale, sigue. Ya sabes que nos tienes a todos enganchados.

Reactive

– Es increíble lo que pega el sol en este sitio – refunfuñaba Raek Ealwen mientras bajaba del carro. Su nuevo empleado, recomendado por Aikuser, era un hombre de estatura media, fornido como un guerrero y con un cabello moreno que le caía hasta los hombros entre un mar de trenzas. Era el distintivo de los hombres Avishenos que se unían a las colonias Eari, aunque Raek no sabía que Eunán estaba al tanto de ello –. ¿Le ayudo a bajar, señor Hael?
– No, Raek, está bien – contestó Eunán antes de aterrizar mansamente contra el suelo –. ¿Esto es Nerenezhaíra?
– Sí, señor – contestó Raek, sus joviales rasgos y su sonrisa siempre intactos. Apenas se le notaban sus treinta y ocho años –. Es terriblemente pobre – dijo él, lleno de amargura –, casi más que el Barrio Espinoso.
– Más que el Barrio Espinoso – corrigió Eunán.

Nerenezhaíra estaba aún peor que la última vez que Eunán fue por allí... Hacía ya siete largos años. Las casas de barro, que nunca había sido pintadas, se sucedían en hileras interminables desde el camino, donde los dos hombres contemplaban el pueblo, hasta las Espinosas, que se dejaban ver por encima del pueblo. Los pocos transeúntes apenas vestían unos ligeros harapos, destrozados y manchados por el barro. Algunos niño jugaban entre las casas. Su piel era muy morena, y el pelo estaba lleno de barro y polvo. Estaban tan flacos que parecían no haber comido en meses.

– ¿Dónde están las minas, Raek? – preguntó Eunán, pensando que al menos se quitaría semejante panorama de los ojos.
– Sígame, señor Hael – contestó él, con el rostro perdido entre aquellos niños. Emprendieron el camino por el medio del pueblo. Pasaron casas y más casas, un pequeño comercio de comida, otro, otro más, un establecimiento de mineros, un almacén, finalmente otro almacén y después llegaron a las minas.

Ya a distancia, las montañas impresionaban. Las Espinosas, una de las cordilleras montañosas más importantes de toda Bardha, se erguían orgullosas al este de Undistaíra, sus picos altos tan imponentes como siempre. Eran famosas por su producción de minerales y piedras preciosas, pero a Eunán siempre le habían impactado más su tamaño y, sobre todo, su belleza. Él, que estaba acostumbrado a las cordilleras del Norte, aún no se acostumbraba a ver unas montañas que no estuviese nevadas El cambio aún se le atragantaba.

– Vaya, señor Hael, parece que hemos llegado durante el descanso matutino – le comentó medio confundido Raek. Eunán se obligó a sí mismo a volver al mundo real, y, mientras veía a los mineros salir de las cuevas, sonrió ampliamente. Había calculado el tiempo a la perfección.
– Qué casualidad – murmuró, casi riéndose.

Los hombres salían, llenos de polvo de arriba abajo, teñidos de gris y de negro, tosiendo pesadamente y bebiendo sus reservas de agua. Tenían diez minutos de descanso, que justo comenzaban ahora, y estaban dispuestos a aprovecharlos. Un grupo de unos quince hombres, todos ellos anchos y fuertes, pero con aspecto de no haberse lavado en muchos años, salieron a gritos y carcajadas de las minas y se sentaron en una piedra, al lado de Eunán y Raek, mientras pedían de malas maneras que alguien les trajera agua. Por supuesto, nadie lo hizo.

Un chico salió correteando de la mina y pasó al lado de Eunán.

– Eh, chico – el niño, que no pasaría de los diez años, se paró en seco –. ¿Me entiendes? – el niño asintió –. ¿A quién le das el oro cuando termina el día? –. El niño dudó un momento corto, y luego debió de pensar que quería jugar, porque miró a Eunán y señaló a un corro de hombres apostados delante de una cabaña de madera justo a la salida de las minas –. ¿Al de la ropa roja? – el niño asintió, se dio la vuelta y salió corriendo. Eunán sonrió.
– ¿Cómo sabíais que el niño trabajaba con el oro, señor Hael? – preguntó Raek, mientras echaban a andar hacia el corro de hombres.
– Bueno, Aikuser me dijo que en Nerenezhaíra lo que más hacían era extraer oro – mentía Eunán, mientras caminaba con calma, desordenándose el pelo y arrastrando los pies para mancharse la túnica gris oscura que llevaba ese día –. Además, el niño llevaba algo de oro en las manos, ¿no se lo has visto?
– ¿Estaba robando oro? – preguntó Raek con la boca abierta. Eunán sonrió y le pidió con un gesto que se lo callara –. Oh, descuide, señor Hael. Por cierto, si me disculpa la pregunta, ¿tiene alguna importancia que ese señor vista de rojo, señor Hael?

Sí que la tenía, quiso contestarle Eunán. Los hombres que vestían de rojo cerca de las minas eran comerciantes locales de piedras preciosas, que se dedicaban a comprar las piedras, recién salidas de la mina, a precios absolutamente ridículos, para luego venderlas a su precio normal a los productores de joyas de Undistaíra. Se hacían con absolutas fortunas en poco tiempo, pero como eran los únicos compradores de los pueblos pequeños y aseguraban un suministro regular y fiable a los productores, éstos no se quejaban y los mineros no tenían alternativa. Bueno, sonrió Eunán. Hasta ahora.

– No, Raek – negó Eunán –, no tengo ni idea de qué significa.

Tardaron muy poco en llegar al corro de hombres, que discutían todos acaloradamente con el mercader.

– ... está muriendo, señor Neeher, muriendo de hambre. Toda mi familia – se quejaba el hombre, un enorme local con un acento terrible y una piel casi negra por las minas –. ¿Sabe?, dentro de poco no le quedarán trabajadores – el mercader se rió –. Apenas tenemos para una comida al día.
– Usted se cree que esto es una broma, señor Neeher – intervino otro hombre, éste considerablemente más bajito aunque igualmente ancho que su compañero... Y con el mismo acento horrible – pero le garantizo que dentro de poco las coas se le van a poner feas.
– ¿Me estás amenazando? – le preguntó el mercader, un hombre bajito, rechoncho, con demasiados mofletes y unos ojos traidores, que se movían de lado a lado, y crueles, divirtiéndose ante la desgracia de los demás. Eunán le odió casi de inmediato.

– No, señor Neeher – repuso el hombre, aunque sus ojos dijeran lo contrario – Simplemente le digo que nosotros no podemos controlar más a nuestros compañeros. No tienen para comer, y si eso no cambia dentro de poco... – Hizo una breve pausa y se encogió de hombros –. No sé qué podría pasar, señor Neeher – terminó, como si de verdad no lo supiera. Sus compañeros asintieron a su alrededor, apoyando sus palabras. El comerciante, sus esquivos ojos mirándoles de uno en uno, contestó:
– Pues más te vale enterarte, Rruará, antes de que acabe el día – hizo ademán de salir del círculo, pero se lo impidieron.
– ¿Eso es un no, señor Neeher? – le preguntó el hombre enorme que había hablado antes.

– ¡Claro que es un no, estúpido! – gritó el mercader, mirando hacia el cielo para tratar de encararse con el gigante –. El precio que os ofrezco es lo mejor que puedo daros. Yo también tengo que comer – la justificación sonó realmente falsa. El corro de hombres miró sus mofletes, y, estupefactos, se quedaron sin respuesta –. El día que encontréis a alguien que os ofrezca más de medio arkisk por cada quararn– prosiguió el mercader, enfadado y en un tono mucho más bajo – me avisáis y seguimos hablando. Hasta entonces, más os vale quedaros callados.

Con eso, el mercader dio media vuelta y se fue por un camino de tierra hacia el pueblo, con cara de muy pocos amigos y mucha prisa.

– Parece sacado de los cuentos de la Ciudadela... – susurró Raek –, si me disculpa el comentario.

Eunán entornó los ojos al principio, sospechando, pero después lo dejó pasar. Al fin y al cabo, el nombre de la Ciudadela se usaba para maldecir habitualmente, no sólo en Undistaíra. Volvió a su trabajo. Los hombres del corro seguían donde estaban, derrotados pero con un enfado ciertamente visible. No parecían querer hablar, pero Eunán dio un paso al frente y se acercó al que el mercader había llamado Rruara.

– Disculpe, señor... – el hombre le miró apesadumbrado, y después extrañado.
– Quién es usted? – preguntó.

– Me llamo Eunan Fa'Hael – se presentó Eunán, mirándole desde lo alto – y soy un mercader de Undistaíra – a Rruara se le iluminó el rostro de inmediato, y todos sus compañeros sonrieron ingenuamente.
– Encantado de conocerle, señor Hael – murmuró – Yo me llamo Rruara, y soy un minero hambriento, si m disculpa – sonrió, pero amargamente. Parecía agotado, mayor, desesperado... Vencido, un hombre que no tenía nada más que perder.
– ¿Cuál era el problema?

– Viene de lejos – explicó Rruara –. Básicamente, que no paga apenas nada y no tenemos para vivir. La mina es buena, pero si tenemos que vender el oro a este precio no sobreviviremos mucho más – su voz denotaba mucha amargura. Y mucha tristeza –. Pero claro, el señor Neeher es el único comerciante del pueblo y nosotros no podemos ir a Undstaíra y perder un día de trabajo... Apenas comemos trabajando, imagínese si faltamos un día – le explicaba, sus curtidos rasgos mostrando desesperación. Estaban atrapados –. Nos quedamos sin empleo y nuestras familias mueren, señor Hael. La situación ha llegado a un límite.
– En las minas – intervino otro hombre, uno espigado y demasiado flaco – incluso se habla de un motín, de dejar de trabajar y rebelarnos –. Una huelga. Pues sí que estaban mal las cosas. Raek y Eunán se miraron.

– ¿Quién de vosotros supervisa la mina? – preguntó Eunán.
– Yo – contestó Rruara.
– Y yo – se acercó otro hombre, alto, de la estatura de Eunán, y ancho. Mayor, rondaría los cuarenta años. Con experiencia.
– Perfecto. Los demás idos, por favor – pidió Eunán –. O al menos no forméis un corro tan visible. No quiero al señor Neeher aquí tan pronto – sonrió Eunán, encontrando miradas cómplices en todos lados. Los hombres se disgregaron lentamente –. Bien. ¿Cuánto produce la mina semanalmente, señores?

– Erm... – Rruara pensó un momento –. Alrededor de ciento setenta quararns, señor Hael – el otro hombre asintió. La mente de Eunán procesó datos: ciento setenta quararns a tres cuartos de arkisk el quararn suponían ciento veintisiete arkisks y medio a la semana. Vendiéndolos a catorce décimos de arkisk el quararn, que era el precio que creía que podría conseguir, le salía un beneficio de ciento diez arkisks y medio. Era insuficiente. Necesitaba ganar tiempo para seguir calculando.
– ¿Cuánto os paga el señor Neeher? – necesitaría al menos un beneficio de ciento cuarenta arkisks a la semana para poder tomar control del mercado en cuatro meses, que era su objetivo.

– Medio arkisk por quararn, señor – contestó Rrura. Eunán seguía: si conseguía vender el oro por arkisk y medio, que estaba algo por encima del precio de mercado, conseguiría un beneficio de ciento veintisiete arkisks y medio. No valía.
– Y ¿cuánto queréis vosotros?
– Seis décimos de arkisk por quararn, señor Hael – Eunán seguía calculando: en el caso de que vendiera a arkisk y medio y comprara el oro a seis décimos y medio de arkisk obtendría un beneficio de... ¡Ciento cuarenta y cuatro arkisks y medio a la semana! Era precisamente lo que necesitaba, pero tendría que encontrar compradores para el oro a un arkisk y medio el quararn... Bueno, sería cuestión de intentarlo.

– Seis décimos de arkisk, ¿eh? – preguntó Eunán, con una media sonrisa asomando en la cara.
– Sí, señor Hael – contestó el otro hombre –. Sabemos que es un precio alto, pero el oro de Nerenezhaíra es ciertamente de alta calidad, señor Hael. No encontrará mejor oro en toda Avadur, se lo aseguramos – Eunán sonrió. Seguramente sería verdad. No se había fijado, pero mientras hacía sus cálculos varios hombres se habían acercado y ahora un corro enorme seguía la negociación. Todo el mundo se había callado, y prácticamente la mina al completo, unos mil hombres, estaba pendiente de la conversación, tratando de escuchar.

– Muy bien, señores – se echó hacia adelante y se irguió, para que todos le escucharan –. Les ofrezco seis décimos de arkisks y medio por cada quararn.
Todos se quedaron en silencio un momento, y Eunan casi se asustó, pensando que había dicho algo mal. Repasó: lo había dicho bien, seis décimos y medio. Ya iba a preguntarle a Raek que pasaba, cuando intervino el supervisor que acompañaba a Rruara.
– ¿Lo dice en serio?

Todos los allí presentes contuvieron la respiración.

– Claro.

El inmenso corro de hombres rompió a gritos, aplausos y vítores. Eunán sonrió, y Raek, alucinando, no pudo más que estallar en carcajadas. Los mineros le agradecieron a Eunán su amabilidad, le prometieron presentes, presentarle a sus familias y todo tipo de honores. Incluso, varios de ellos parecieron olvidar que era un día de trabajo y comenzaron a cantar. Otros danzaron al son de la música durante algunos minutos. Eunán lo contemplaba todo, feliz de haberles hecho la vida más fácil y feliz porque sabía que le iba a salir bien. Sólo tendría que encontrar un comprador al precio que necesitaba... Cosa que no debía de ser tan difícil.

– No sabe el favor que nos acaba de hacer, señor Hael – le agradeció Rruara. Sus facciones, antes tan cansadas y mayores, estaban ahora llenas de alegría –. Está invitado a mi casa cuando lo desee.
– No es para tanto, Rruara.
– Oh, sí que lo es, señor Hael.
– Eso sí – advirtió Eunán –, necesitaré que supervise bien a sus trabajadores, Rruara. Necesito que ese oro sea de muy buena calidad. No puede haber errores en la extracción – Rruara sonrió.

– Con el señor Neeher los había – admitió Rruara –, pero muchos de los hombres lo hacían a propósito. Con el favor que les ha hecho, créame si le digo que no los habrá.
– Espero que así sea – contestó Eunán, no como amenaza sino con una sonrisa.
– Hora de volver a la mina, señor Hael – dijo Rruara –. Ya han bailado bastante –. Rruara sacó su voz de sargento y, con dos gritos, mandó a todos a trabajar. Los hombres dejaron de bailar, pero entraron a las cuevas aún cantando. Eunán ni se le creía. Rruara sonreía –. Están felices, señor Hael – murmuró él.
– No sabe cuánto me alegro, Rruara. Por cierto, tendré carros esperando aquí esta misma tarde. El primer pago vendrá... ¿Cuándo les pagaba el señor Neeher?
– Cada luna llena, señor Hael – La próxima luna llena era en diez días. Perfecto.

– Entonces cada luna llena, Rruara. ¿Cuándo salen normalmente los carros?
– Al anochecer, señor Hael – contestó Rruara –. El camino hasta Undistaíra está iluminado por antorchas que paga Korja Zyruk desde Disisseíra hasta la ciudad. El tramo restante es corto, y lo iluminan los propios transportistas. Va dentro de su sueldo.
– Muy bien. Permaneceré aquí hasta el anochecer, en ese caso.

– ¿Qué está pasando aquí? – se oyó una voz gritando a sus espaldas –. Ve a trabajar, Rruara. ¡Vamos! ¡¿A qué esperas?!
– Señor Neeher... – trató de explicar Rruara.
– ¿Qué? ¡Muévete!
– ¡Señor Neeher! – gritó Eunán, mirando al comerciante desde arriba. El comerciante se calló de inmediato, pero, al verle, quiso volver a alzar la voz - ¡Ni se le ocurra gritarme, señor Neeher!

– ¡Váyase a trabajar!
– ¡Ya estoy trabajando! – rugió Eunán, dando un paso adelante y apretando los puños. El comerciante le miró sin entender, aunque asustado ante la imagen de un hombre altísimo, aparentemente fuerte y con una cicatriz en la mejilla rugiéndole furiosamente –. Soy un comerciante de Undistaíra, señor Neeher, que acaba de comprar a sus empleados pagándoles lo que se merecen – el hombre palideció repentinamente, sus gruesos mofletes contrastando con el rojo oscuro de su túnica –. Ni se le ocurra volver a darme órdenes. Y ahora, si me disculpa, necesito transportistas. ¿Dónde están los suyos?

El comerciante, abatido, señaló a un hombre que le había acompañado y esperaba pacientemente apoyado en una casa de barro a unos doscientos pasos. Eunán se encaminó hacia allí, seguido de Raek, que aún no se creía todo lo que estaba pasando. El señor Neeher, mientras, se echó a llorar delante de Rruara... Que al ver semejante escena simplemente se dio la vuelta y se adentró en la mina, agradeciéndole a Janan la aparición del señor Hael.


Nota: 1 quararn = 1.4 kg (más o menos).


Buf, sesión de respuestas. A ver:

Citar¿Verde fuego?, ¿no querras decir rojo fuego?

No, quería decir verde fuego. Verde intenso, vamos.

Citar¿Vas a desarrollar una civilización? Porque al ritmo en que se suceden los acontecimientos, vas a necesitar muchos relatos y mucho tiempo para hacerlo.

Err, no termino de entender a qué te refieres. Pero vamos, que yo voy a narrar la historia del comienzo de los años turbios de Avadur que acaban con la anexión de Avadur por parte del Reino de Khardha. No es más que un relato "corto" que debería ser de alrededor de 60 páginas o así, en el que deberían ir apareciendo características de la Sociedad Comercial de Avadur. Así a bote pronto, se verán las diferencias entre los Eari puros y los locales de las colonias, que tendrán distintos derechos y estatus; la posición de las mujeres en la sociedad; la influencia de la Ciudadela, que ya mencioné en un post en otro hilo; el orden politico de los Cuatro Clanes; la influencia de la religión; la importancia del comercio, y alguna cosilla más que habrá suelta. Pero esto no es más que un relato.

Más adelante, cuando acabe este relato, haré otros (basados en otras ciudades o colonias Eari, no en Undistaíra) que dejarán ver otras características de Avadur. Pero eso es otra historia.


CitarPor cierto, tu solo escribiras sobre esta ciudad?

De momento sí. En este relato la acción transcurre toda en Undistaíra y en pueblos cercanos, como Nerenezhaíra.

CitarY tengo una pregunta. ¿Por qué el capital siente terror al ver a Eunán en el barco? ¿Es que acaso le reconoce?

No. Es que Eunán inspira terror si se le ve como se le veía en el barco.

Citar1 ¿Cómo sabe en cuatro días que ese almacen está en venta, o que el nogocio de joyas está a punto de desaparecer?

2 ¿Cómo sabe que es el que controla el comercio del hierro?, el oficial portuario no se lo ha dicho.

3 Los tres barrios son el Barrio del puerto, el de la Esperanza y el EEspinoso, ¿no?.

4 ¿Es de nuestro asunto de donde ha sacado Eunán los mis arkisks? (joder tio no podías ponerle un nombre más facilito a la moneda).

1 y 2: imagínatelo, porque si te lo cuento te cuento toda la historia.

3: sí, esos son los tres barrios de Undistaíra.

4: otra vez, puedes imaginártelo. En el tercer post se dan bastantes pistas, la verdad. Ah, y acostúmbrate al nombre de la moneda... ¡Media Khardha la utiliza! xD


Reactive

EPI el Anonimo

¿Has leído por casualidad La Catedral del Mar? Porque es que eunán me recuerda mucho al protagonista, ayudando mucho a los pobres. Y veo que pronto Eunán se va a ver en serios problemas...

Sigue.

Reactive

Master Ageof

Muy bien, muy bien. Muchas cosas nuevas.
Eunán nos ha salido justiciero :P. Sé que no tienes mucho tiempo para leernos, así que no te aburriré con (más) comentarios.
Me alegra ver que te acuerdas de Avishira, al incluir a un avishenio (o avisheno, realmente da igual) en esta parte. Sigue así.

Reactive

Bloodthirsty

Hola. Muy bueno el relato, jeje; como los anteriores. Sigue por favor.

Una cositas que vi. Al final del segundo párrafo:

CitarAlgunos niño jugaban entre las casas. Su piel era muy morena, y el pelo estaba lleno de barro y polvo. Estaban tan flacos que parecían no haber comido en meses.

Le faltaría una "s" a niño.

Y bueno:

Citar– Encantado de conocerle, señor Hael – murmuró – Yo me llamo Rruara, y soy un minero hambriento, si m disculpa – sonrió, pero amargamente. Parecía agotado, mayor, desesperado... Vencido, un hombre que no tenía nada más que perder.

si "me", falta una "e".

Citar– Hora de volver a la mina, señor Hael – dijo Rruara –. Ya han bailado bastante –. Rruara sacó su voz de sargento y, con dos gritos, mandó a todos a trabajar. Los hombres dejaron de bailar, pero entraron a las cuevas aún cantando. Eunán ni se le creía. Rruara sonreía –. Están felices, señor Hael – murmuró él.

Quizás este confundido pero creo que va un "ni se lo"



Muy bueno como ya dije. Espero por más.

Reactive

freedom fighter

No soy muy ducho en esto, pero intentaré hacer una crítica constructiva, a ver qué sale xD

En primer lugar me está gustando la historia. Las descripciones son detalladas pero en la gran mayoría de ocasiones no parecen interminables y no se hacen largas e innecesarias. En segundo lugar el misterio que envuelve a Eunán y sus negocios lo envuelve con un cierto atractivo. En general, me gusta mucho.

Pero... xD

Hay un par de cosas que me han llamado la atención xD En primer lugar, casi todos los personajes a los que describes (el capitán, Eunán mismo, el oficial portuario, el mercader...) se caracterizan porque están siempre sonriendo, son gente amable, que intentan ayudar. Es como si estos personajes secundarios estuviesen calcados del mismo patrón, es como si cogieses un mismo molde e hicieras los personajes con él y éstos sólo se diferenciasen mínimamente... Quizás sea porque no me lo haya leído más que una vez y rápido y son primeras impresiones...

Otra cosa que me apena es que el capitán no salga más en la historia, al principio lo caracterizas excelentemente y antes de llegar a Hussin pensé que era el protagonista xD Quizás lo has caracterizado demasiado bien por ser sólo un personaje secundario...

Luego, y no es una crítica, no entiendo bien una cosa. Cuando el protagonista va a ver a su socio, éste lo llama por su (suponemos) verdadero nombre, Hussin. Él no le dice nada hasta la tercera o cuarta vez, que es cuando lo corrige. Entonces, el compañero no hace más que disculparse, y me pregunto ¿un tipo al que conoces pero que no has visto desde hace 7 años (supongo) y que te corrige su nombre y no te preguntas el por qué del cambio?

Ya acabando hay una cosa que no me cuadra. ¿Por qué necesitan los mineros de intermediarios? La ciudad está cerca, a un día de viaje, y sólo con que un minero se ausente un día a la semana para vender el oro al precio real y triplicar sus beneficios semanales de todos creo que se compensa el día que se pierde UN minero. Cuando el minero responde que no podrían sobrevivir es de suponer que piensa con UN minero menos trabajando y manteniendo el precio que le cobra el mercader, pero este precio se ve incrementado en un 300%, así que no creo que haya problema de subsistencia en ese caso...

Aún con todo, son detallels, en general me gusta, como ya he dicho.

Por último, y en broma xD, qué nombres más difíciles te inventas para la moneda y los personajes xDD

Reactive

EPI el Anonimo

Como Reactive no está voy a responder yo a algunas preguntas que no deverían destripar el argumento.

Cita de: freedom fighter
Otra cosa que me apena es que el capitán no salga más en la historia, al principio lo caracterizas excelentemente y antes de llegar a Hussin pensé que era el protagonista xD Quizás lo has caracterizado demasiado bien por ser sólo un personaje secundario...
El capitán en un principio sale más adelante en las historia otra vez.

Cita de: freedom fighterLuego, y no es una crítica, no entiendo bien una cosa. Cuando el protagonista va a ver a su socio, éste lo llama por su (suponemos) verdadero nombre, Hussin. Él no le dice nada hasta la tercera o cuarta vez, que es cuando lo corrige. Entonces, el compañero no hace más que disculparse, y me pregunto ¿un tipo al que conoces pero que no has visto desde hace 7 años (supongo) y que te corrige su nombre y no te preguntas el por qué del cambio?
Eso se descubrirá con el paso de la historia. ;)

Cita de: freedom fighterYa acabando hay una cosa que no me cuadra. ¿Por qué necesitan los mineros de intermediarios? La ciudad está cerca, a un día de viaje, y sólo con que un minero se ausente un día a la semana para vender el oro al precio real y triplicar sus beneficios semanales de todos creo que se compensa el día que se pierde UN minero. Cuando el minero responde que no podrían sobrevivir es de suponer que piensa con UN minero menos trabajando y manteniendo el precio que le cobra el mercader, pero este precio se ve incrementado en un 300%, así que no creo que haya problema de subsistencia en ese caso...
Ten en cuenta que son 238kg de oro. No los puede llevar una sola persona (ni siquiera en un carro), se necesitan transportistas y los mineros necesitan el dinero para comer y el tiempo que necesitarían para contratar a estos tienen que estar en las minas. Por lo que es más fácil venderle el oro a alguien y que luego el lo venda.


Creo que no he dicho nada que no devría pero si se da el caso Reactive, dímelo y lo borro

Reactive

freedom fighter

Ya, pero lo que me extrañaba es la propiedad de la mina. Me explico. Hoy en día la mina sería propiedad de una empresa que la explota mediante los mineros. Pero aquí, parece ser que la mina es propiedad de los mineros mismos. Por lo tanto, lo que extraen es suyo, así que en lugar de conseguir un beneficio de 110 arkisks podrían hacer lo mismo que hace el mercader por un beneficio de 250 arkisks. Es decir, la situación no exige a un intermediario. Pero aún así, no se ve del todo superfluo la participación del mercader.

Reactive

CitarHay un par de cosas que me han llamado la atención xD En primer lugar, casi todos los personajes a los que describes (el capitán, Eunán mismo, el oficial portuario, el mercader...) se caracterizan porque están siempre sonriendo, son gente amable, que intentan ayudar. Es como si estos
personajes secundarios estuviesen calcados del mismo patrón, es como si cogieses un mismo molde e hicieras los personajes con él y éstos sólo se diferenciasen mínimamente... Quizás sea porque no me lo haya leído más que una vez y rápido y son primeras impresiones...
Hasta ahora es cierto, sí, e igual debería cambiarlo algo. Pero vamos, que ya llegarán cambios: aparecerá gente que no sonreirá tanto y habrá cambios en algunos de los que ya estaban. Y, de todas maneras, hay algo que se menciona más tarde: sonríen por protocolo. Los hay que no son así de amables (véase la actitud inicial de Asehen Oweis, el menda del almacén, cuando Eunán le intenta "vender" ciertos productos...), pero, en general, son todos amables en las transacciones, porque es su trabajo. Pero luego en privado o cuando hay problemas las cosas cambian. Es parte de esa sociedad Eari que estoy intentando describir, pero es difícil.

Muchas gracias por mencionarlo, de todas maneras.
CitarOtra cosa que me apena es que el capitán no salga más en la historia, al principio lo caracterizas excelentemente y antes de llegar a Hussin pensé que era el protagonista xD Quizás lo has caracterizado demasiado bien por ser sólo un personaje secundario...
Buf, a mí también me encantó. Saldrá más tarde, como dice Epi (que se sabe toda la historia ya xD), pero sí que es verdad que podría aprovecharlo
más. Saldrá en otros relatos, de todas maneras, pero en éste le veréis más bien poquito.
CitarCuando el protagonista va a ver a su socio, éste lo llama por su (suponemos) verdadero nombre, Hussin. Él no le dice nada hasta la tercera o cuarta vez, que es cuando lo corrige. Entonces, el compañero no hace más que disculparse, y me pregunto ¿un tipo al que conoces pero que no has visto desde hace 7 años (supongo) y que te corrige su nombre y no te preguntas el por qué del cambio?
Eso mismo, se supone. xD Hay muchas cosas ahí que quedan todavía por descubrirse, y la relación entre Eunan y Atherr es una de ellas.
Citar¿Por qué necesitan los mineros de intermediarios?
Buf, aquí sí que hay un lío. Esta parte está muy mal explicada y es algo que habría que desarrollar mucho más. El tema es que estos intermediarios (a todas luces innecesarios, como tú bien dices) son herramientas de los mercaderes más ricos de la Colonia, asociados por así decirlo. El objetivo es dejar a los mineros sin otra opción que recurrir a ello vender las piedras al precio que éstos fijen. Para ello (y aquí es donde fallé al no mencionarlo y explicarlo) utilizan la intimidación y, a veces, incluso el asesinato para disuadir a los mineros de salir de ahí.

Gracias por mencionarlo, me pondré a editarlo inmediatamente xD.
CitarPor último, y en broma xD, qué nombres más difíciles te inventas para la moneda y los personajes xDD
Yo no soy, son los Eari... xD

Gracias por la crítica, ayuda mucho. Oye, y prodígate más, que estas cosas se echan de menos en este foro. ;)

Gracias Bloodthirsty por corregir errores. Ya están corregidos en el Word, editaré cuando vuelva a Madrid y no me cobren por conexión xD.

Y gracias Epi por contestar a las críticas. Y además por contestar tan bien xD.


Está todo un poco parado, pero para ser verano está bastante bien. Ya nos seguiremos leyendo cuando comience Septiembre, supongo. ;)

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